En el mundo se detecta una revolución en los sistemas educativos como consecuencia de todo lo que ha estado sucediendo en este último tiempo. Por eso, es clave entender cómo la tecnología, como vehículo de acceso, puede integrarse con una visión extremadamente humanista. Implementar un modelo de educación positiva, que consiste en generar ecosistemas de bienestar (mental, físico, emocional) dentro del espacio educativo, es fundamental para el desarrollo de los estudiantes y de sus capacidades.
El bienestar es un sendero para el desarrollo óptimo. Sin él, las personas no podemos afrontar el estrés cotidiano, desafiarnos, trabajar de forma productiva y desarrollar nuestro talento. Promover el bienestar de los estudiantes favorece su desempeño académico, sus vínculos sociales y la permanencia en los estudios. Por este motivo, desde Siglo 21 somos la primera universidad del país en adherir a un modelo de Educación Positiva que otorga igual importancia al desarrollo de habilidades académicas como humanas. Esta transformación implica abordajes educativos integrales que contemplen no solo el aprendizaje de competencias y contenidos académicos, sino también la formación de las fortalezas del carácter y la promoción del bienestar.
Hoy sabemos que existen numerosas variables que determinan el egreso de las y los estudiantes. Las emociones positivas, la motivación, los vínculos, el sentido de logro y propósito, son factores claves que atraviesan la vida académica y son la base del bienestar individual y social.
Bajo este nuevo paradigma, promovemos la creación de Ecosistemas de Bienestar, un espacio en donde los miembros de la comunidad educativa trabajan de forma sinérgica y coordinada para promover el bienestar de las personas que transitan por ese ecosistema. El objetivo es que todos ubiquen al bienestar como un factor estratégico, que el estudiante pueda transitar por experiencias áulicas y por lo que se llama experiencias ampliadas, es decir fuera del aula, que tiendan a promover el bienestar y el desarrollo personal.
En suma, podemos decir que el propósito final de la Educación Positiva es potenciar el desarrollo humano. Brindar a los estudiantes una experiencia transformadora, que promueva su bienestar, que les permita desarrollar su talento para que luego puedan generar el mismo impacto cuando egresen. Legitimar el bienestar como valor estratégico es un proceso indispensable para promover un aprendizaje integral, por este motivo las instituciones educativas debemos gestionarlo proactivamente. Con salud física y emocional aprendemos más y mejor. El bienestar no es solo una consecuencia, es un sendero para el desarrollo óptimo de las personas.