Mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado
lleva en sí el negro sol de la Melancolía.
Gerard de Nerval
Recuerdo estar jugando de chico, de lo más entretenido, cuando de un momento a otro toda la vida que habían cobrado mis juguetes se desvaneció por completo. Como si alguien hubiera tocado un interruptor y la magia se hubiera apagado de inmediato. No entendía qué me pasaba y no sabía cómo expresarlo ante la indiferencia de los adultos. Mucho menos con los pares, que no tenían idea de qué les estaba hablando.
Con los años, se aprende a vivir a la defensiva, sabiendo que ese súbito desinterés, esa abrupta pérdida de sentido de las cosas estará agazapada a la vuelta de la esquina, lista para atacar cuando menos se lo espere.
Cuando se habla de depresión, el grueso de la gente piensa en la depresión reactiva, la que es causada por algún tipo de infortunio o adversidad, la que es asociada también al duelo. Pero hay otro tipo de depresión que es más intrínseca a la persona, que nace de lo profundo de su ser, que tiene que ver con una deficiencia en la producción de serotonina del cerebro o con una predisposición genética. “Hacé de cuenta que tenés diabetes y que tenés que aprender a vivir con ella”, al decir de una terapeuta. Y es así.
A diferencia de los libros de autoayuda o de los textos académicos, “Los límites de mi lenguaje” es un ensayo escrito en primera persona por una artista holandesa que padeció toda su vida esa depresión leve y autoinmune que llaman melancolía. No es un texto científico ni un manual de coaching, sino una confesión despojada de lo que se siente en carne propia vivir bajo una nube de tristeza que puede estallar en cualquier momento. Tampoco se trata de una catarsis o un lamento, sino una indagación profunda sobre la naturaleza de esta suerte de alteridad emocional. Sin caer en optimismos o ingenuidades, destaca aspectos interesantes, como el hecho de que transitar esta afección también otorga a quienes lo padecen una perspectiva única de la vida, mucho más rica y amplia que la de la mayoría de las personas. Dice la autora: “La depresión también tiene ciertos aspectos valiosos. Quien está deprimido tiene una conciencia especial del sinsentido y el absurdo de la existencia, y eso permite, por ejemplo, poner en perspectiva conductas gregarias o la fetichización del dinero. La depresión te muestra cosas del mundo que algunas personas nunca llegan a ver. Estamos solos aquí, es un hecho, aunque sea uno que compartimos con todos los demás. Las mismas experiencias que nos muestran que no debemos dar por sentada la vida son también las que la hacen más profunda”.
El nombre de los capítulos es muy claro de entrada: 1- De la decoloración de los pensamientos y la muerte en tu mesa: una breve historia. 2- De los árboles torcidos y la formación del alma. 3- De la curación y el valor de la locura. 4- De la sabiduría en los pies y la memoria del cuerpo. 5- De la firmeza y el arraigo en el mundo: a modo de conclusión.
Con un tono poético y apoyándose en diversas fuentes filosóficas, así como también en estudios de salud mental, Meijer hace un recorrido sobre la historia de la melancolía y la locura, la depresión y sus diversos tratamientos, la industria farmacéutica y las píldoras de la felicidad. Sin pretensiones de cuestionar áreas de la ciencia que le son ajenas, habla con la autoridad de quien transita la melancolía como una parte de sí misma que siempre está latente y que puede despertar en cualquier momento; con la voz de quien aprendió a asumir sus zonas oscuras y transformarlas en algo bello. Considera que el arte puede ser una tabla de salvación en medio del naufragio emocional. Se pregunta muchas veces a lo largo del texto si es que la vocación por el arte nos vuelve vulnerables o es que la marcada sensibilidad es la que nos permite poder crear belleza como una manera de enfrentar la realidad.
“El arte atraviesa como un hilo conductor mi vida y este libro –dice–. Es una de nuestras armas contra el absurdo, una manera que tenemos de darle sentido a lo que hay y a lo que podría haber. El mundo mismo cambia cuando lo vemos de otra manera y el artista es el mago que puede mostrar las cosas de un modo diferente. Para mí crear cosas es una necesidad, y tengo la suerte de poder hacerlo. Pero la depresión es también una gran niveladora: cuando todo va mal, nada de eso tiene valor, o al menos no parece tenerlo. Entonces no me queda sino esperar que las raíces que me atan a la tierra sean lo suficientemente fuertes como para mantenerme en pie”.
“Los límites de mi lenguaje” es un libro bello en su honestidad y crudeza. Un texto que interpela a quienes tratan de hacer del mundo un lugar mejor a través del poder de la imaginación –como decía Novalis– así como a cualquier persona sensible que alguna vez sintió que el mundo se convertía, de pronto y sin razón aparente, en un desierto blanco.
Un texto que reconforta por su sinceridad y su ausencia de promesas, que se limita a decir: no te creas especial, no estás solo. Eso que te aflige también puede ser una herramienta superadora. Solo hay que mantenerse en movimiento.
Eva Meijer
(Hoorn, Países Bajos, 1980) Escritora, artista, cantautora y filósofa. Se doctoró en Filosofía por la Universidad de Ámsterdam. Sus líneas de investigación se enfocan en la cuestión animal, el lenguaje y la justicia. Su libro “When animals speak: Towards an interspecies democracy”, publicado en Nueva York en 2019, fue galardonado con el ASCA Book Award en 2020. Ha publicado nueve novelas, además de numerosos cuentos y poemas. Ha sido traducida a varios idiomas, y en 2018 recibió el Halewijnprijs por su obra literaria.