El nuevo libro de cuentos de Nelson Specchia abre con unos versos terribles: “Yo quiero que tu sufras lo que yo sufro/ y aprenderé a rezar para lograrlo./ Yo quiero que te sientas tan inútil / como un vaso sin whisky entre las manos;/ que sientas en el pecho el corazón/ como si fuera el de otro. Y te doliera.” Son de José María Fonollosa, otro autor raro, que disfruta del bello narrar.
“Como un vaso sin whisky entre las manos”, que toma su título del verso de Fonollosa, es una colección de historias situadas en paisajes y mundos diversificados, que demuestran la versatilidad y riqueza de la imaginación de Specchia que, al igual que los grandes autores del siglo XIX, celebra en cada obra el placer de vivir a través del placer de narrar.
En contraposición con la literatura del yo, la autobiografía, o los experimentos procedimentales –muchas veces de resultados tan poco felices– que atestan la narrativa contemporánea nacional, Nelson Specchia nos regala artefactos de pura imaginación y entretenimiento que tratan sobre temas universales. Es por ello que, en lugar de describir un estilo, es mejor hacer un brevísimo paneo por la galería de historias que componen el libro.
El relato que abre el conjunto, “Tengo que llegar al puerto”, es una historia de guerra, en donde dos muchachos rusos se conocen en plena huida, con las balas del asedio a Stalingrado silbando sobre sus cabezas. Un comienzo lleno de acción, barro y sangre, pero también de amor y amistad.
“Una dacha en Peredélkino”, aunque comparte vagamente ubicación con el anterior, es un relato de corte intelectual, a mitad de camino entre Borges y Lovecraft, sobre conspiraciones internacionales para descifrar misteriosos manuscritos que podrían modificar sustancialmente los destinos de la humanidad.
“Firmado con labios rosa Dior” es una sátira a las premiaciones literarias típicas de vetustas asociaciones de escritores. Humor y terror se dan cita en un relato deliciosamente gótico y atemporal. Para los coleccionistas, este relato apareció originalmente en una antología de Narvaja Editor, titulada “Eso existe. Salinas – Marucco – Specchia”.
“Lenguas muertas”, por su parte, es una historia de “chico-conoce-chica” situada en una universidad sureña de EEUU, en donde las heridas del segregacionismo aún supuran en la cotidianidad, por más barniz académico que se le aplique.
Otra (pero esta una de chico-conoce-chico): dos estudiantes traban una amistad intelectual mientras cursan sus estudios de grado en Barcelona. Uno es brasileño y vive como príncipe, el otro es un italiano esmerado. “La dedicatoria de Adriano” trata sobre las poderosas afinidades que atraen a los polos más opuestos.
“Cuestión de altura” es el alivio cómico del viaje: un relato hilarante sobre la fundación de Las Breñas –terruño del autor– y la disputa entre dos poblados por ver cuál se queda con el nombre.
Una reflexión sobre la pobreza y las duras condiciones de las mujeres en la vida tierra adentro es el argumento de “El llanto de las vacas”. Y el relato que da título a la colección es un drama familiar muy doloroso, que es preferible no spoilear. “Corte cepillo” es otra historia sobre las problemáticas de los pueblos de antaño. En esta ocasión, sobre el racismo entre diferentes comunidades.
“Partita y sombrillas chinas” es una narración sensorial acerca de una sublime interpretación de Martha Argerich; “Sábanas húmedas” mezcla el erotismo, el exotismo y los ritos iniciáticos con una dosis homeopática de horror visceral; y el cierre de “Las sombras del olivo”, que comienza en la antigua Roma, es uno de esos cuentos constituidos en capítulos brevísimos que bien podrían ser una “nouvelle”.
Vale destacar la contraportada de Carlos Busqued, quien falleció pocos días después de entregar el texto. Amigo íntimo del autor por más de treinta años, deja una exquisita semblanza de su coterráneo chaqueño que no solo confirma la experiencia del lector, sino que, además, funciona como singular epitafio a la inversa de una gran amistad, es el fallecido quien se despide del que se queda: “Mientras el rebaño trata de ser moderno y estar a la altura ética y estética de una época espantosa, Nelson Specchia llega a nosotros como una discontinuidad en el espacio tiempo, un dandy del siglo XIX que aparece desde la bruma del pasado y camina con elegancia decadente una ciudad que decae cuarenta veces peor que él. Córdoba tiene dieciséis o diecisiete personas interesantes, Specchia es una de ellas”.
La colección Vuja De (nunca visto), dirigida por Debret Viana y donde se ubica “Como un vaso sin whisky entre las manos” también merece una mención aparte, ya que intercala, en interesante tensión, firmas como Alejandro Agresti, Walter Lezcano, Francisco Moulia, Juan Carrá y otros. El breve manifiesto incluido en cada título de la colección reza: “extraña y hechizante sensación de que esto no pasó antes; al revés de Deja Vu, Vuja De es la creencia de que lo que estamos experimentando nunca fue experimentado, de que lo que está frente nuestro lo estamos viendo por primera vez: el hallazgo de lo furiosamente nuevo en lo que creíamos familiar. Este es el eje con el que construimos nuestro catálogo”.
Nelson Specchia
(Las Breñas, Chacho, 1964) Politólogo y escritor. Ha publicado la novela “Giuseppe” (2001); el volumen de relatos “La cena de Electra” (2016); en poesía, “Poemas Montunos” (2001), “Cuaderno de bitácora” (2004), “Espejos nublados” (2006), “Otras geografías” (2016), “Ritos de paso” (2017), “Diálogos con demonios” (2019), “Mientras los veranos mueren” (2020) y “Agua” (2021), además de libros de crónicas y ensayos. Le han concedido los premios Horacio Quiroga, Julio Cortázar, Democracia y Solidaridad, Ángel Ganivet, Sopa de Letras, Jerónimo Luis de Cabrera y Max Aub, entre otros.