Una leyenda japonesa habla de una muñeca poseída llamada “Okiku”, que según afirma el cuento, tiene el alma de una niña encerrada dentro. La historia tiene su origen en 1932, cuando un muchacho de 17 años viajó hasta la ciudad de Sapporo para comprarle a su hermana, enferma terminal, un regalo.
Volvió con la muñeca. A su hermana le encantó y la llamó Okiku. La niña pasó el resto de sus días aferrada a esa muñeca y murió sosteniéndola en enero de 1933, dejando atrás a su familia desconsolada. La niña fue cremada y sus cenizas colocadas en una urna en un pequeño santuario junto con la muñeca que la había acompañado en sus últimos momentos.
Con el tiempo, la familia se percató de algo impresionante: el pelo de la muñeca no paraba de crecer. Intuyeron que el alma de su pequeña había quedado atrapada dentro del juguete. Así fue como adoptaron el ritual de cortarle el pelo a la muñequita todos los meses.
Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, la familia debió abandonar la casa donde residían y se llevaron a la muñeca con ellos. Decidieron que la muñeca que contenía el espíritu de su hija debía permanecer en un lugar seguro y sobre todo especial, así que la llevaron al templo Mannenji de Japón.
Desde ese entonces, el juguete poseído pasó por varios templos y actualmente se encuentra en la región de Hokkaido. La leyenda trascendió y miles de turistas la visitan cada año para observar si es real que su cabello crece todos los meses. Además, hay quienes aseguran haber visto humedad en sus ojos, como si la muñeca estuviera lagrimeando.
Okiku, un fantasma con historia
Okiku es un personaje de un cuento de fantasmas tradicional japonés llamado “La casa del plato en Bansho”. En el relato, una criada rompe un plato de su dueño accidentalmente y al principio decide ocultarlo. Cuando no puede más con su conciencia, le confiesa lo sucedido a la esposa de su amo.
La mujer decide un castigo ejemplar para la criada. La golpea y le va cortando un dedo cada día, hasta que finalmente la muchacha agonizante se arroja a un pozo y muere. Según el relato, el fantasma lleno de rabia y rencor permanece dentro del pozo y cada noche sube para recitar una frase: “Un plato, dos platos, tres platos, cuatro platos…”