El papa Francisco afirmó que estaría dispuesto a dimitir -como lo hizo Benedicto en 2013- si su salud empeora extremadamente, pero también cree que las renuncias papales no deberían convertirse en la norma.
Reconoció que desde la muerte de Benedicto XVI, hace un año, quizás se había vuelto menos paciente y más firme con sus críticos conservadores más estridentes, que veían al difunto Papa como su abandonado, diciendo que a veces «hay algunos a los que hay que plantar cara un poco».
El Santo Padre tomó medidas disciplinarias contra dos prelados conservadores estadounidenses el mes pasado.
Preguntado por su salud, dijo: «Me siento bien, me siento mejor. A veces me dicen que no soy prudente porque tengo ganas de hacer cosas y de moverme. Supongo que son buenas señales, ¿no? Estoy bastante bien».
La bronquitis obligó a Francisco a cancelar un viaje a Dubái este mes para asistir a la cumbre climática COP28. En junio fue operado de una hernia abdominal y parece haberse recuperado completamente de la intervención.
Afirmó que esperaba hacer tres viajes el próximo año, a algún lugar de la Polinesia, a Bélgica y a su Argentina natal (probablemente en abril de 2024) para su primera visita allí desde su elección en 2013.