En menos de una semana, la primera ministra británica, Liz Truss, tuvo dos bajas en su gabinete lo cual agrava su situación como líder.
Primero, perdió a su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, a quien despidió el viernes. Kwarteng era la cara visible de la presentación de un plan económico que generó turbulencias financieras.
Ayer, renunció la ministra del Interior, Suella Braverman. En una carta expresó su “preocupación” por la dirección del Gobierno de Truss. “Me preocupa la dirección de este Gobierno. No solo hemos incumplido las principales promesas que se hicieron a nuestros votantes, sino que me preocupa seriamente el compromiso de este Gobierno con el cumplimiento de las promesas claves, como la reducción del número total de inmigrantes y la detención de la inmigración ilegal”, alegó.
Sin embargo, justificó su decisión por haber utilizado indebidamente su correo electrónico personal para enviar un documento oficial (un borrador de una declaración ministerial sobre migración aún no publicado) a un colega en el Parlamento.
Su reemplazo es el ex ministro de Transporte Grant Shapp, del ala dura del Partido Conservador. Mientras tanto, Truss se enfrentó ayer con algunos representantes del Parlamento que pedían su “dimisión”. “Soy una luchadora, no alguien que se rinde”, dijo entre gritos en el recinto al cual acudió para someter a votación una moción laborista sobre el fracking (fracturación hidráulica).