El 24 de mayo cumplió el primer quinquenio la carta encíclica del papa Francisco, Laudato si´, mientras transcurre la pandemia de coronavirus, en la que afirmativamente se recuerda que el clima es un bien común”, y que como tal deberemos gestionarlo, razonable y sustentablemente.
No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desvirtuado contradiciendo la realidad ecológica hasta dañarla, a partir de un paradigma tecnocrático – consumista, dominantemente globalizado.
A todo esto, los actuales desafíos sanitarios y económicos del Covid-19, constituyen una oportunidad que no podremos desaprovechar, si anhelamos superar satisfactoriamente tales desafíos, ello de cara a un mejor futuro común, fundamentalmente cuando estamos redescubriendo que la salud y la solidaridad son condiciones y pilares esenciales para una economía ecológica”.
Efectivamente, la vinculación entre las dimensiones sanitarias, ecológicas, económicas y sociales de esta crisis resulta irrefutable, razón por la cual apoyar y promover nuevas opciones para el cuidado de la naturaleza, de la biodiversidad y del hombre no debe prescindir de tal esclarecimiento, singularmente cuando la crisis alimentaria y laboral se viene exacerbado por la pandemia, provocando el incremento de consecuencias sociales y económicas de manera catastrófica.
Ahora bien, solamente en la medida que se respeten, cuiden y remedien la vida, el agua, la flora, la fauna, la biosfera, la biodiversidad y la totalidad del ambiente, recién entonces el progreso tecnológico y digital estará subordinado al servicio del desarrollo humano y al cuidado de la casa común.
Ya no podemos postergar nuestro compromiso ecológico integral. Por eso, el cuidado solidario de la casa común” reclama sin ambages democratizar y humanizar la política, la ciencia, la tecnología, las profesiones, la economía, los servicios, la robótica, la inteligencia artificial, las finanzas, las empresas, los gremios y sindicatos.
Es claro que el valor cooperación y solidaridad como levadura de comunidad limpia, se validará como decisivo para la cohesión y el buen vivir duradero de los pueblos. Como lucidamente sostiene el papa Francisco, la ecología estudia las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se desarrollan; también exige sentarse a pensar y a discutir acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad, con la honestidad para poner en duda modelos de desarrollo, producción y consumo interconectados.
Cuando se habla de medio ambiente, se indica particularmente la relación que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de sus usos y consumos, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud y aceleramiento de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente para cada parte del problema. Urge encontrar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.
Por su parte, los desarrollos tecnológicos y digitales debieran lograrse mediante programas equitativos desde una cooperación global e inclusiva, fortaleciendo diálogos e integraciones intersectoriales y supranacionales con valentía y discernimiento, ante los desafíos ecológicos, epidemiológicos, sanitarios, alimentarios, farmacológicos, sociales e históricos, que implicarán profundas transformaciones para todos.
Finalmente, como advierte el papa Francisco, el ambiente humano y el ambiente natural van de la mano y pueden degradarse juntos. No se podrá afrontar de forma adecuada la degradación ambiental si no comprendemos las causas que tienen que ver con la degradación humana y social”, todo lo cual nos exige una conversión ecológica profunda y global que pueda inspirarnos educación y cultura ambiental, más creatividad e innovación, más entusiasmo y esperanza, más fecundidad y solidaridad, más progreso y paz.
Investigador Cijs, UNC