La pandemia del coronavirus, que sufre la humanidad desde marzo del año pasado, solo se podrá superar a través de las campañas masivas de vacunación. Es una verdad de Perogrullo. Sin embargo, hay que reafirmarla todos los días. Porque todavía hay quienes la niegan por ignorancia, y, también, quienes la sabotean por mala fe.
Las medidas de prevención sirvieron y siguen sirviendo mientras tanto”. Es decir, usar el barbijo correctamente, mantener la distancia entre las personas y lavarse las manos frecuentemente, entre otras, son medidas que ayudan a prevenir más contagios, más internaciones y más muertes. Pero no erradicarán la pandemia.
Los gobiernos de todo el mundo han impuesto restricciones a las actividades sociales. Sin distinción de ideologías, han apelado a esas herramientas para disminuir la circulación de las personas y, de esa manera, aminorar la cantidad de personas contagiadas y de camas ocupadas en terapia intensiva. Más o menos desarrollados, todos lo han hecho.
Córdoba, como todas las provincias argentinas y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, depende de la provisión de vacunas provenientes del gobierno nacional. Es una realidad que no se puede negar. Solamente el gobierno del presidente Alberto Fernández ha comprado vacunas y, vale la pena destacarlo, las ha distribuido equitativamente.
Los gobiernos provinciales de Axel Kicillof y de Juan Schiaretti son los más adelantados en la adquisición de vacunas, aunque falta bastante para que esos anuncios se conviertan en hechos, tanto en Buenos Aires como en Córdoba. No se trata de querer, sino de poder. Por ahora, los proveedores venden a los Estados soberanos, nacionales, y ni siquiera pueden cumplir con las entregas a éstos.
Mientras, las restricciones siguen siendo tan necesarias para la salud como perjudiciales para la economía. No debería haber tantas discusiones. Nadie quiere cerrar comercios ni escuelas. Pero todos, tarde o temprano, tienen que hacerlo. Las quejas de los afectados son entendibles; no así las mezquindades de los que tratan de sacar rédito político.
De ahí la importancia de asistir a los sectores más damnificados. Siempre dentro de las posibilidades de un Estado desfinanciado y endeudado después de la gestión de Cambiemos.
Además, al hacer comparaciones sobre los desempeños de los diversos países del mundo, hay que considerar el punto de partida al momento de la pandemia. El de Argentina ya era calamitoso.
La mala política
Las grandes prioridades de la Argentina actual deberían ser: vacunar y, mientras tanto, cuidarnos, asistiendo a los más perjudicados por las inevitables restricciones. Sin embargo, la dirigencia política se muestra ajena a estas prioridades. Como si no hubiera pandemia, los dirigentes políticos se dedican a hacer y deshacer listas de candidatos.
Aparentemente, tienen sus cabezas ocupadas en las Paso de setiembre y, luego, en las generales de noviembre. Todos especulan sobre las bancas a elegir, tanto para diputados como para senadores nacionales. La enajenación de la dramática realidad que viven sus supuestos representados los lleva a especular, especular y especular.
Mientras los contagios y las muertes baten récords cada día, mientras el desempleo y la pobreza aumentan, mientras la angustia se apodera de la vida de los ciudadanos de a pie, los dirigentes políticos se preocupan y se ocupan de quiénes serían candidatos a la presidencia, a las gobernaciones y a las intendencias. ¡En el año 2023! Penoso.
No hay ideas en juego, solamente intereses personales. En la provincia de Córdoba, Juntos por el Cambio -la oposición, tanto al gobierno nacional como al gobierno provincial- expone sus rencillas sin vergüenza. Tal vez sería algo normal en tiempos normales. Pero, en medio de semejante pandemia, deberían cuidar las formas. Mínimamente eso, las formas.
Las peleas entre dirigentes de la Unión Cívica Radical (UCR), del macrismo (PRO), de la Coalición Cívica y del partido de Luis Juez dominan sus agendas. Aliados que antes fueron enemigos” (y viceversa) se entrecruzan como si no tuvieran historia.
Es paradójico: piden consensos hacia afuera y, al mismo tiempo, muestran grietas hacia adentro.
Por el lado del oficialismo provincial, las responsabilidades de gobierno y el liderazgo indiscutido de Juan Schiaretti hace que las cosas sean, por lo menos, más prolijas. Claro que se discute quiénes serán los candidatos a gobernador y a intendente de la capital, en 2023, aunque esa discusión se da un marco de cordura del que carece la oposición, lamentablemente.
Frente a esta mala política”, es hora de vacunar, vacunar y vacunar. Es hora de cuidarnos. Es hora de ayudar a los más pierden con las restricciones. No es hora de politiquear. No es hora de especular con las candidaturas de este año o del 2023. No es hora de anteponer los egos partidarios a la búsqueda del bien común. Política, no politiquería.