¿Es posible realizar un proyecto que conjugue la protección y el enriquecimiento del bosque, mediante la plantación de especies nativas con el desarrollo de un sistema ganadero?
Más que una pregunta parece un desafío que nos propone llevar adelante un doble esfuerzo, por un lado, promover la recuperación del bosque nativo, y, por el otro, un objetivo productivo que genere rentabilidad económica: ¿será cierto que hay una contradicción natural entre ambos?
Y si realizamos este esfuerzo en un lugar como la zona semiárida chaqueña, en la provincia de Salta, el trabajo aparece aún más complejo, considerando la falta de experiencias similares en la zona, el clima extremo y las lluvias concentradas en la estación estival.
Entonces, ¿por qué el propietario de un campo en esa zona tomaría la decisión de iniciar un proyecto a largo plazo, descartando el desmonte para cultivos económicamente muy redituables, como el poroto, sésamo, chía y otras especies con décadas de experiencia de producción, para ir por el camino más largo y sin asfalto que representa un proyecto ambiental?
Sin duda que un dilema de esta naturaleza solo puede plantearse hacia el interior de un agroemprendedor que valore el medioambiente y tenga el convencimiento de que, también, se pueden generar beneficios ambientales y económicos desde un proyecto de enriquecimiento y protección del bosque nativo, que venga acompañado de uno productivo como el ganadero dentro de un modelo de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) neutro.
La finca Las Ramaditas”, que se encuentra en la Gran Llanura Chaqueña, en el departamento de Orán (Salta), es un campo cuya historia productiva estuvo marcada hasta los años 90 del siglo pasado por la extracción decenas de miles árboles (quebracho colorado, blanco, algarrobo y otras especies nativas) ya sea como fuente de energía (leña y carbón), como también para postes, durmientes para el ferrocarril, y madera para la construcción de viviendas.
Daniel Polzella Cano nos cuenta que, al recibir Las Ramaditas” (1.144 has), como parte de la herencia paterna, y con el permiso de desmonte en la mano aprobado por la secretaría de Ambiente de Salta (anterior a la ley de bosques), cualquier fuente de financiación para el cultivo de especialidades estaba a su disposición. Pero, por su voluntad de recomponer y mejorar lo que quedaba del bosque es que se decidió por el proyecto ambiental con sentido productivo, alentado también por dos leyes nacionales, la 25.080 Ley de Inversiones para Bosques Cultivados” (pero con casi nula aplicación en la zona, pues está pensada para zonas más húmedas), y la por entonces recién nacida ley 26.331, de Protección Ambiental de Bosques Nativos”.
Su decisión parecía todo un atrevimiento al sentido común, pero había que intentarlo, y así emprendió una plantación de algarrobos con el fin de restaurar el ecosistema dañado. En el año 2013 el proyecto arranca con la perforación de un pozo de agua; continuó con el alambrado perimetral; la apertura de caminos internos y fajas dentro del bosque que hicieron posible la plantación de miles de plantines de algarrobo blanco, durante los años 2014/15/16, que han generado más de 6.000 árboles logrados en el medio del monte.
Que sepamos, no hay experiencias de ese tipo en la zona del Chaco argentino, y, como se preveía, no fue un camino de flores. El pozo de agua de 145 metros de profundidad fue el primer paso: un buen comienzo para destacar, debido a que en épocas anteriores se habían realizado en la zona pozos sin resultados positivos. Este pozo era clave para poder dar riego a los plantines, y también para la introducción de ganado vacuno.
Había que luchar con las temperaturas del verano, de más de 40 grados, que atentaban contra la supervivencia de los plantines; muchos de ellos perecieron por el estrés hídrico, las temperaturas extremas y la competencia de otras especies, ya que están plantados en fajas abiertas dentro del monte.
Pero también han sido y siguen siendo un desafío los rulos laberínticos de la burocracia y las decisiones políticas: en todos estos años, ambas leyes de promoción de la conservación y puesta en valor de los bosques nativos en Argentina se fueron desfinanciando y generando un casi indescifrable número de trámites, que hacen muy difícil, casi imposible, el acceso a los fondos previstos en esas leyes de promoción para avanzar al ritmo deseado por Daniel Polzella para su plan.
Sin embargo, la decisión sigue vigente y Daniel -un pionero en la zona chaqueña- nos muestra con orgullo sus más de 6.000 algarrobos logrados y la introducción de los primeros vacunos. Esos algarrobos son la prueba de que sí es posible generar las condiciones para una iniciativa que no solo respete el medioambiente, sino que se integre al ecosistema de la zona enriqueciendo lo ya existente, y proyectándose como un lugar de producción ganadera ambientalmente sustentable. Las Ramaditas” ya está en el camino hacia la producción ganadera en armonía con su entorno natural.