Más de tres décadas después del fin de la Guerra Fría, parece volver a haber dos Alemanias. La primera de estas dos versiones de Alemania es la República Federal tal como se ve a sí misma: democrática, liberal, comprometida con los derechos humanos y con un orden mundial basado en reglas. En su autopercepción, esta Alemania apoya a Israel, el Estado de quienes sobrevivieron a los crímenes alemanes, contra un ataque terrorista genocida y antisemita de Hamás ocurrido el 7 de octubre de 2023. Esta Alemania está del lado correcto de la historia. La otra Alemania está del lado equivocado de la historia. Es Alemania tal como la ven desde afuera, especialmente la mayoría no occidental del mundo. Esta Alemania apoya la destrucción de Gaza y su sociedad a través las armas que suministra, de su política proisraelí y de su diplomacia: todo esto en nombre de una ominosa «razón de Estado» y una idea moral que abreva en el enfrentamiento crítico con el pasado de Alemania, en la que la empatía, en el mejor de los casos, se reparte para un solo lado.
En la segunda semana de abril, esta Alemania compareció ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya y se defendió de una querella de Nicaragua, que la acusa de apoyar un genocidio israelí en Gaza. Ahora bien, el autoritario gobierno de Nicaragua no es precisamente el más apropiado para denunciar crímenes contra los derechos humanos en otros lugares, pero el acontecimiento en La Haya pareció, por un momento, correr el velo de superioridad moral que el gobierno y la opinión pública alemanes habían echado sobre su propia política en Oriente Medio. Alemania es, después de EEUU, el principal apoyo de Israel, aunque muchos no se den cuenta de ello. De repente, se vio confrontada con la visión que el Sur global tiene de ella: una visión que Alemania, por lo demás, sabe ocultar muy bien. Esta doble Alemania no puede unirse: la Alemania tal como ella se ve a sí misma es incompatible con la Alemania tal como se la ve desde afuera.
¿Qué explica el apoyo casi incondicional de Alemania a Israel? Unos días después del ataque terrorista de Hamás, en octubre, un episodio sin precedentes en el conflicto de Oriente Medio, el canciller Olaf Scholz declaró en el Bundestag: «En este momento hay sólo un lugar para Alemania. El lugar del lado de Israel». Poco después viajó a Israel y, de pie junto al primer ministro Benjamin Netanyahu, dijo que se trataba de «una visita a amigos en tiempos difíciles. La seguridad de Israel y sus ciudadanos es [para Alemania] una cuestión de Estado». Netanyahu, por su parte, dijo que los miembros de Hamás eran los «nuevos nazis». La implicación era clara: esta vez Alemania podría situarse del lado correcto de la historia para defender al Estado judío contra los «nuevos nazis». El relato de la seguridad de Israel como razón de Estado alemana se remonta a un discurso de la predecesora de Scholz, Angela Merkel, ante el Parlamento israelí en 2008. Allí, la entonces canciller dijo que la seguridad de Israel era «parte de la razón de Estado de Alemania».
En su discurso ante la Knesset, Merkel habló sobre todo de la amenaza que representaban Irán y su programa nuclear para Israel; a pesar de los atentados suicidas de la Segunda Intifada, los militantes palestinos no habían podido borrar a Israel del mapa, pero la situación sería potencialmente diferente –dijo– con un Irán que tuviera armas nucleares. Hoy no es diferente. La expresión material más importante de la razón de Estado flota bajo el agua y puede armarse con ojivas nucleares: Alemania ha estado suministrando submarinos con capacidad nuclear a Israel desde finales de la década de 1990. Seis de estos submarinos están actualmente en funcionamiento y en 2022 se firmó un contrato por otros tres submarinos modernizados.
Hasta la fecha, los costos de estos componentes centrales de la Marina israelí han sido sufragados total o parcialmente por Alemania. Los submarinos tienen poco que ver con la guerra en Gaza o la situación en Cisjordania, pero desempeñan un papel destacado en la estrategia de seguridad regional de Israel, especialmente en la disuasión contra Irán. Encajan en una larga historia de apoyo militar alemán a Israel; la lógica de la «razón de Estado» es clasificar la guerra de Israel en Gaza como una guerra “proxy” contra Irán. La cooperación militar entre Irán y Rusia, así como la cooperación económica entre Irán y China, preocupa en Berlín. La versión de una guerra dirigida por Irán casi había desaparecido de la escena, ya que ni siquiera en Alemania se puede ignorar el sufrimiento en Gaza. Sin embargo, Teherán ha vuelto a cambiar el rumbo con su ataque con misiles y drones contra Israel la noche del 13 de abril, en respuesta a un ataque israelí contra el complejo de la embajada iraní en Damasco. La larga guerra en las sombras entre Irán e Israel se está desarrollando ahora en un escenario abierto. Por un lado, Irán ha roto un tabú que existía desde 1991: desde Saddam Hussein, nadie se había atrevido a atacar directamente a Israel. Por otro lado, Irán ha dado a Israel y a sus partidarios la oportunidad de legitimar y así continuar la guerra en Gaza como una lucha más amplia contra el régimen radicalmente antiisraelí de Teherán, invitación que también está siendo aceptada en Alemania.