Actuales claroscuros del cooperativismo sobre sus valores éticos, sobre sus notorios ahorros por “precio justo” dada su singular productividad y competitividad (en función de la ausencia de intermediarios y fines de lucro en su funcionamiento); o sobre su real autonomía, democracia e independencia han generado todo tipo de suspicacias, en la medida de que el capital reputacional era el activo intangible más valioso de toda Cooperativa.
Para la Alianza Cooperativa Internacional, (ACI), las cooperativas están dando respuesta a la alerta lanzada por Antonio Guterres, secretario general de la ONU, quién advirtió que el mundo se encuentra “al borde del abismo y avanzamos en la dirección equivocada. Para restaurar la confianza e inspirar esperanza es necesario cooperación, diálogo y comprensión”. «Las cooperativas son el único modelo empresarial que dispone de unos principios acordados de manera global, establecidos a partir de un conjunto de valores éticos compartidos», concluyó Bruno Roelants, director general de la ACI.
Entonces resulta propicio despejar suspicacias ratificando un cabal desempeño cooperativo, el que para ser tal, debe estar centrado en las personas, siempre fundado en los valores de autogestión, autoayuda, autorresponsabilidad; en ahorros significativos para las economías domésticas, en democracia, noble igualdad, equidad y solidaridad, tanto como en ideales éticos de esfuerzo propio, reciprocidad, honradez, sobriedad, apertura y responsabilidad social. Al fin y al cabo, valía y ejemplaridad de un cooperativismo genuino para cooperar activamente en la regeneración de argentina con más y mejor desarrollo humano.
Precisemos desafíos indispensables para tal ratificación cooperativa:
1) Acentuar las vertientes formativas y empresariales;
2) Profesionalizar la gestión;
3) Lograr financiamiento propio o creación e incremento de fuentes de recursos genuinos;
4) Mejorar garantías para asociados y terceros;
5) Recibir un tratamiento tributario y crediticio, conforme su naturaleza y características;
6) Bregar por una nueva ley democrática y federal de cooperativas que en pleno 2022´ reemplace al viejo decreto de facto (20.337/73);
7) Promover el cooperativismo escolar (compras, usos y consumos en común, responsables e inteligentes);
8) Simplificación administrativa: abrogar el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES).
El INAES es un órgano centralista y corporativo fruto de otro decreto autoritario, pero sin delegaciones específicas de facultades provinciales; debe disponerse la subordinación de las cooperativas (como toda persona jurídica privada) a la Inspección General de Justicia, o a la Dirección de Personas Jurídicas, conforme al artículo 148 del Código Civil y Comercial, el que ahora, precisamente y sin medias tintas, las contempla y encuadra como persona jurídica.
Ante los mencionados claroscuros e irregularidades en la vigencia efectiva de innumerables cooperativas, como en la fiscalización pública del Inaes y en los problemas o fraudes de gestión y politización que enfrentan innumerables empresas del sector cooperativo, urge incluir y activar educación cooperativa, articulando estrategias pedagógicas e institucionales, un insumo educativo decisivo, pero corporativa e ilegalmente postergado desde el 24 de noviembre de 1964, cuando la ley 16.583 declaró de alto interés nacional la enseñanza teórico-práctica del cooperativismo.
Por último, con esta u otras propuestas afines, ratificamos a las auténticas cooperativas entre las opciones más favorables (y baratas) en orden a recuperar y mejorar desarrollo humano.