Sr. Director:
La crisis económica y social que atraviesa nuestro país no puede obligarnos a actuar de manera reactiva, desconsiderada para con nuestros conciudadanos y mucho menos inmoralmente. En estos tiempos tan difíciles es necesario reflexionar sobre una manera que nos permita acercar soluciones urgentes a la grave situación económica de las prestaciones para personas con discapacidad y que esto no sea desconociendo la realidad del otro, sujeto de derecho, al igual que cada uno de nosotros.
Ante la afirmación de los funcionarios de que no hay reservas para dar mayores aumentos en los aranceles de las prestaciones para las personas con discapacidad y la dificultad económica que enfrentan los servicios, desde ciertos sectores se dice que determinada prestación debe ser apoyada con más recursos. Pedir más recursos es lógico, lo grave es que para mostrar su prioridad se cuestiona negativamente a los restantes servicios que prestan servicios a personas con discapacidad.
La sociedad, como cuerpo, cuenta con diversos órganos que realizan distintas funciones para su bien integral. Es cierto que hay funciones más esenciales que otras, sin las que no se podría vivir, pero sería imprudente que cada miembro se vuelva sobre los demás afirmándose como esencial y destruyendo al resto.
Si en la sociedad se aceptara esta lógica, ¿quién quedaría? ¿Qué servicio? ¿Qué función se sostendría como esencial? Algunos dirían los hospitales, otros la escuela, otros la seguridad, otros la justicia, otros la religión, otros las empresas privadas, etc.
Y, si esta mentalidad se aplicara sobre las personas, algunos dirán que en los momentos difíciles hay que cuidar a los fuertes e inteligentes porque pueden sacar adelante a la comunidad. Entonces se discutiría sobre quiénes son los más fuertes y los más inteligentes. Otros volverían la mirada hacia los más débiles y entonces la disputa sería acerca de quién es el más débil, el más indefenso, el más dependiente con tal de salvarse.
En este momento crítico del país tenemos que evitar que se imponga la mentalidad de unos sobre otros porque eso conduce a la exclusión y a la destrucción. Si ella vence entonces se construirá un país sin lugar para todos y, entonces, no lograremos ni un país ni sociedad inclusiva.
Defender que un servicio, una función, es más importante que las demás, cuando éstas responden a verdaderas necesidades fundamentales de las personas, es ser funcional a esa mentalidad. Es desandar el camino recorrido y desconocer al otro como sujeto de derecho.
Discutir sobre quién es el más importante es competir entre todos y esto lleva a que quede uno solo. Nuestro diálogo, preocupación y trabajo no puede ser sobre quién queda fuera, sino cómo logramos que todos, como miembros de un mismo cuerpo, de una sociedad, seamos tenidos en cuenta y aportemos para el bien de cada uno y de todos.
Consideramos que todos los miembros son importantes y deben ser apoyados en su necesidad. La lógica de la exclusión va a llevarnos a autodestruirnos entre todos, porque cada uno buscará la manera de mostrar que tiene más derecho a subsistir que los demás.
Seamos inteligentes y busquemos que todos sigan adelante porque las necesidades de las personas son diversas. La inclusión nos lleva a reconocer que los requerimientos de unos son tan importantes como los de los otros. Unos necesitan un lugar donde vivir, otros requieren estimulación para desarrollarse, educación, capacitación y/o traslados para recibir lo que requiere según su realidad vital.
Estemos atentos, no dejemos que el canto de las sirenas nos convenza que no hay bienes para todos. Cuando en realidad, lo que a veces no hay es el querer pensar en todos y cómo se puede distribuir para todos. Un buen plan económico debe llevar a que los bienes alcancen para todos y no sólo para algunos.
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