En el comedor, un chico de cuarto grado deja de comer algo parecido a un guiso de fideos.
-Profe, ¿le puedo decir el cuento que había que escribir?
-Bueno, dale.
-Es de un lobito. Y casi lo matan los cazadores. ¡Pero sólo le dispararon en la cola! Y se quedó sin cola, y entonces…
-Pará, ¿lo escribiste? Mejor pasámelo y lo leo mientras comés.
-No, no lo hice. Por eso se lo digo.
-Ahhh… Pero, ¿yo les pedí tarea?
-No, no, la otra seño. Pero yo sé lo digo ahora y usted le dice a ella que ya lo leyó y entonces no me lo pide, ¿entiende?
Pasa en la primaria, en la secundaria, en la universidad. A veces, realizar una actividad en los plazos previstos por los y las docentes resulta difícil. Existen múltiples razones, algunas más válidas (o más reales) que otras, pero el tiempo es una variable que suele jugar en contra. Entonces, se despliegan alternativas para cumplir. Y cumplir, así porque sí, poco tiene que ver con el aprendizaje.
A lo largo de la vida escolar, gran parte de los dibujos para artes plásticas son realizados por adultos. Un montón de madres, tíos o vecinos que saben de cierto tema, aparecen (y, si no, los buscamos) para brindar su ayuda y, en un rato, nos hacen los balances contables, traducen un par de oraciones en inglés, nos escriben una fábula.
En la actualidad, ni siquiera hace falta pedirle nada a otro ser humano: con un celular y datos o conexión a internet se consiguen ensayos históricos, relatos de ficción, ilustraciones, mapas conceptuales, ingeniosos dilemas filosóficos. Y si nos tomamos el trabajo de revisar el resultado, podemos solicitar modificaciones en el lenguaje, en la sintaxis o en el estilo para que “parezca” algo hecho por una persona. Con solo tipear una consigna, los chats de inteligencia artificial (IA) ofrecen respuestas a la medida de las necesidades.
En una charla en la última Feria del Libro de Córdoba se abrió el debate acerca de los usos de la IA en la producción cultural. Se expusieron miradas encontradas en torno al futuro de la literatura en particular y del arte en general, cuestiones relacionadas con la propiedad intelectual, los derechos de autor, el plagio, la sensibilidad humana. La situación no es nueva y atraviesa el campo educativo desde que existen distintas aplicaciones para resolver, de manera rápida y efectiva, cualquier actividad.
Ahora bien, una de las problemáticas de la IA en la escuela radica en lo que entendemos por educación. En tanto el sistema replique formas tradicionales de enseñanza que pongan el acento en la evaluación cuantitativa y empleen la calificación numérica como sinónimo de “saber”, es muy probable que las nuevas tecnologías solo sirvan como medio para aprobar.
Quinto año, ejercicio de escritura creativa, entrega por Aula Virtual:
-¿Qué tal estuvieron esos cuentos, profe?
-Se nota que varios fueron hechos con el Chat.
-¿Cómo lo sabe?
-Hay uno que usa el “vosotros”, por ejemplo. Y el tuyo tiene una puntuación perfecta.
-Es que yo le presto atención.
Cualquiera que curiosee en la web podrá notar que la IA abre posibilidades fascinantes. Si copio y pego esta misma nota que estoy escribiendo y le (me) pregunto cómo cerrarla en un par de párrafos con una idea que no estigmatice ni las prácticas docentes ni estudiantiles, lo hace. Leo su texto, no está mal. Como no me conforma, le pido que relacione el uso de la tecnología con la demanda actual de la hiperproductividad, con la sociedad del cansancio, ideas que leí en algún libro de divulgación filosófica. Su respuesta me invita a pensar en que quizás malinterpreté ambos conceptos.
(Aclaración: me aguanto las ganas de compartir lo que me señala la IA).
Mientras más precisas sean las preguntas o las directivas que se le hagan, las respuestas excederán las previsiones.
Las IA son una herramienta para construir conocimiento. Una más, como los libros, el lápiz y el papel. Permiten optimizar el tiempo durante los procesos de trabajo, pero también entrar en diálogo con un universo inagotable de ideas, de saberes válidos e inválidos alojados en la red. Hay que conocerlas, explorar sus usos, encontrarles un lugar en el aula, un lugar diferente al que ya ocupan y nos hacen mirarlas con recelo.
Habitamos un mundo que pondera resultados y prevé estándares homogéneos, fáciles de digerir. Consumimos fotografías digitales con los mismos filtros, vemos series con idéntica estructura, escuchamos canciones modificadas con los mismos moduladores de voz. Si la escuela exhibe estas coordenadas de época con una mirada crítica y se detiene en los procesos de aprendizaje, es probable que nadie, ni docentes ni estudiantes, se confunda y crea que los resultados provistos por la IA son el producto definitivo.
Último tema del año: distopías.
-Vamos a comparar tres novelas: Un mundo feliz, Fahrenheit y 1984.
-¡¿Tenemos que leerlas?!
-Sólo una. Pero la idea es buscar los argumentos de todas, encontrar y escribir similitudes y diferencias, y después elegimos cuál leer.
-¿Se puede usar el ChatGPT?
-Por supuesto.
-¿En serio? ¿Y eso hay que presentar?
-Para arrancar, sí.