Una profunda crisis ético-moral y normativa impregna nuestro sistema electoral de caras al próximo 13 de agosto, cuando, birlándonos otro día domingo de descanso y recreación familiar en nuestras vidas, tendrán lugar las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO, Ley 26.571/09). Resulta absurdo y abstracto pensar y sostener una ley de esta naturaleza, que habitualmente no se respetó ni se consideró importante. No obstante la “virtue jurisprudence”, nuestra cuestionada y sospechada justicia no sólo dejó de declarar la inconstitucionalidad de las PASO, sino que permite la violación flagrante y sistemática del articulo 38 por parte de todas las agrupaciones, coaliciones y contradictorios amontonamientos, que cívicamente incapaces de resolver sus propias internas, nos compelen a concurrir a la contienda electoral primaria.
Mal que nos pese, el desarrollo de las próximas PASO continúa adelante con un bombardeo audiovisual, gratuito e insoportable; costosísimos espacios comunicacionales y oportunidades que cuánto mejor y edificantemente sería destinar a la educación, a la niñez, a la indigencia, a la violencia familiar, al analfabetismo, a la desnutrición, a la drogadicción, a un ambiente sano, a una vivienda y/o alquiler digno y posibles; a la seguridad ciudadana, a las personas con capacidades diferentes, a la defensa constitucional del valor de nuestra moneda, a la infraestructura secundaria y terciaria rural, como de tantas otras realidades humanas acuciantes de carne y hueso. Y todas con garantía constitucional, precisamente de lo que carecen las PASO.
Además, con tantos días y meses sin clases, el próximo lunes 14 no habrá normal dictado de las mismas en demasiados establecimientos educativos, para limpiar el cotillón electoral (algo que debería quedar resuelto el mismo día).
No se advierte que estas mañosas prácticas electorales resultan la mejor manera de cultivar apatía, fastidio, desencanto, hartazgo y desconfianza ciudadana, hasta la abstención electoral verificada recientemente, respecto del sistema democrático que todos elegimos con buena fe. Un sistema que de tal manera tolera campañas electorales y elecciones cuasi permanentes, haciendo caldo gordo a viejos y nuevos populismos, que ya han mutilado la cohesión, el compromiso cívico y la paz social.
Más allá de una carísima encuesta, no se equivoca Tomas Abraham cuando denuncia que estamos siendo víctimas de una consulta fraudulenta, de un insulto a la ciudadanía fraguado por los mismos que promulgaron estas leyes. Por eso mismo no debemos hacerles el juego a quienes viven de esto y para esto. De tal manera nuestro país no sólo en nada avanzó con estas prácticas inconstitucionales, sino que retrocede en términos de legitimidad, ciudadanía y cultura democrática.
¿Cómo salir de esta crisis ético-política, cómo defender nuestra democracia y nuestros derechos y valores sin envalentonar a sus verdugos?