Un estudio efectuado por la consultora Nielsen IQ, sobre los precios de los productos más consumidos en supermercados, marca claramente que el impacto real de la inflación es mayor que el informado mensualmente por el INDEC. En efecto, el aumento de precios de los productos de consumo masivo fue del 6,6% en julio, según el índice publicado por NIQ, mientras que la inflación calculada por el INDEC fue del 4% en el mismo período, lo que implica que existe una diferencia de más del 50% entre ambas mediciones.
Esta no es la primera vez en el año que se constata una diferencia entre el índice oficial (IPC) y lo que podríamos denominar como la inflación real, la que sienten los consumidores, limita el poder de compra y degrada nuestra calidad de vida. De hecho, para el INDEC la inflación acumulada durante los primeros siete meses del año fue del 87%, en tanto que para NIQ trepó al 137%. Y lo mismo se puede apreciar en la medición anualizada: según el INDEC, el promedio de precios sufrió un incremento de 263% en los últimos 12 meses, frente al 323% que midió NIQ, marcando una diferencia de 60 puntos porcentuales en relación a los datos oficiales.
En el desglose de rubros, se destaca el aumento mensual del 8,4% en los productos de almacén (con un 326% acumulado en los últimos 12 meses), sin dudas el más sensible de los índices que afecta los consumos familiares; del 6,7% en artículos de perfumería; del 6% en productos de limpieza; y del 5,2% en bebidas. En rigor, el único rubro que quedó por debajo del promedio elaborado por el INDEC fue el de alimentos congelados, con subas en el orden del 3,6% mensual.
A su vez, si observamos la evolución de la “inflación núcleo”, a la que prestan particular atención los economistas, tampoco encontraremos datos demasiados auspiciosos, ya que ésta midió un 3,8% en julio, revirtiendo la tendencia bajista que se venía registrando en los meses anteriores. Y una situación similar se presenta con los precios mayoristas medidos en el índice de precios internos al por mayor (IPIM), que registraron un aumento del 3,1% en julio, lo que evidencia un rebote respecto al mes de junio. Esto significa que el IPC de agosto seguramente superará los tres puntos porcentuales. A pesar de ello, el vocero Manuel Adorni anunció que “el problema de la inflación, técnicamente, está terminado”, sólo resta esperar. La traducción sería la siguiente: con el consumo deprimido a mínimos históricos, incluso en alimentos y productos de primera necesidad (como lácteos y carnes), gracias al severo ajuste aplicado desde el mes de diciembre, los precios no tienen mucho margen para seguir subiendo. “Recesión mata inflación”, es la fórmula (o ancla anti-inflacionaria).
La medición del aumento de los precios mayoristas en los últimos 12 meses dio un 270%, en línea con la inflación minorista, que registró el 263% en idéntico período. Los principales rubros que deberían poner en alerta las expectativas positivas del Gobierno son: productos primarios, con una suba mensual del 5%; productos agropecuarios, con el 7%, y energía eléctrica, con el 5,3%. En tanto, maquinarias y equipamiento aportó un 4,6% a la suba general, y trasporte también hizo lo suyo, con un 4,8%. Sin embargo, los funcionarios libertarios parecen no inmutarse ante tales datos.
Aún admitiendo que el IPC que informa el INDEC fuese el correcto y que la inflación del mes de julio se ubicó en torno al 4%, nuestro país tendría el índice de inflación mensual más alto de la región (superando incluso a la convulsionada Venezuela) y uno de los más elevados a nivel mundial. En otros términos, Argentina tiene hoy en un solo mes la misma inflación que la mayoría de los países acumula durante todo un año. No hay motivos valederos para festejar. Es como ir perdiendo un partido 4-0, y que el cuerpo técnico del equipo que esta siendo goleado invitara al público a festejar en las tribunas y a seguir alentando.
En su visita a Córdoba, Toto Caputo, tan hábil para los negocios financieros como pobre lingüísticamente, disertó en la Bolsa de Comercio y defendió el rumbo de la política económica, afirmando que “el Gobierno está haciendo lo que Milei prometió en campaña”, y lo que en definitiva se votó. Es lo que la gente pidió y siguen apoyando al presidente en pleno ajuste, porque esto es parte del contrato electoral sellado con la sociedad, expresó. Aunque no sabemos si estaba haciendo referencia al equilibrio macroeconómico, al control de la inflación real, a la profundización de la recesión, al aumento de la desocupación, o bien, al flagelo de la pobreza y la indigencia. Tal vez ni él mismo lo sepa.
Después de ocho meses de gestión, algunos resultados admitidos siguen siendo malos: la inflación que no baja del 4% mensual; casi 15% de caída en la producción industrial (con picos de -40,2% en el sector automotriz y de -32,8% en la construcción); la desocupación en alza, acercándose a dos dígitos después de muchos años; con el 55,5% de pobreza, estimada por la UCA, la indigencia que escaló rápidamente al 17,5% y la pobreza infantil rozando el 71%, lo que implica que más de un millón de niños se van a dormir todas las noches sin poder cenar.