La Cumbre es un espacio que se convoca desde la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos – OEA, que anhela hacer efectiva una concertación política regional, es decir, un entendimiento que permita el diálogo. En su noveno encuentro volvió a mostrar la inercia que arrastró durante varias ediciones: la baja eficiencia y eficacia para coordinar políticas a lo largo del continente.
Desde su primera edición (1994), las Cumbres no han sido capaces de elaborar políticas concretas. La mayoría se tradujo en declaraciones y planes de carácter principista, dado que la tarea de ejecución la tiene la Secretaría General. Solo tres instancias se destacaron por intentar avanzar en una real cooperación. Por un lado, la IV Cumbre (Mar del Plata, 2005), donde se pudo apenas dibujar algunos parámetros. Por otro lado, la V Cumbre, en Trinidad y Tobago, se destacó al elevar y concretar la Resolución AG/RES 2.438 (XXXIX-O/09) mediante la cual la OEA posibilita la participación de Cuba en el organismo, reconocimiento que fue negado desde los inicios del organismo en 1962. Y, por último, la VII Cumbre llevada a cabo en Panamá para el año 2015: única edición que contó con la presencia de todos los jefes de Estado y Gobierno, incluyendo a la históricamente excluida Cuba.
En este plano, es importante destacar esa VII Cumbre: se elaboró y se propuso a la Secretaría General que impulse la conformación de un Sistema Interamericano de Educación. La respuesta, por parte del organismo en aquel entonces expresó la voluntad de “constituir un grupo de trabajo para evaluar diferentes alternativas y estrategias, que promueva el mejoramiento de la calidad de la educación en el Continente”. Aunque la iniciativa descansa en algún casillero de la OEA, esta pausa se puede entender a partir de los cambios políticos en los diferentes Estados, de la mano de cambios en la estructura internacional y, también, de una no ejecución por parte de la Secretaría General.
El motivo que puede aproximar a la ineficacia de la Cumbre puede presentarse como la brecha entre el espíritu, entendiéndose como el espacio donde se aspira a reunir a todos los jefes de Estado y de Gobierno; y quienes realmente son invitados y asisten efectivamente. Difícilmente, se puedan articular y concretar políticas de cooperación si de hecho no asisten todos los representantes de Sur a Norte del continente.
Por ello, esta IX Cumbre de Los Ángeles seguirá condenada a la no cooperación, porque desde el vamos no contará con las representaciones de jefes de Estado y de Gobierno. Cuba, Venezuela ni Nicaragua fueron invitadas; en ese sentido, México, Honduras, Guatemala y Bolivia no asistirán, en reclamo a la exclusión de los tres primeros por parte de Estados Unidos (aunque México y Honduras reemplazaron a los jefes de Estado y Gobierno con otros representantes exteriores, como los cancilleres).
Podría preguntarse entonces ¿por qué se siguen realizando las Cumbres de las Américas? Si, en la práctica, no participa realmente el continente, con la consecuente ausencia de políticas; ¿de qué sirve la instancia? El sentido “útil” en la instancia la podemos definir de modo pragmático: es la única desde Ushuaia hasta Alaska donde los principales representantes y los máximos pueden reunirse. Es decir, pensando a América como una única identidad definida geográficamente, es el único espacio con el que contamos para pensarnos. En este sentido, es la instancia donde los Estados centroamericanos, caribeños y sudamericanos cuentan con la posibilidad de negociar y plantear posturas frente a una potencia de alcance global, como los Estados Unidos.
Este no es un aspecto menor: es un hecho que Latinoamérica (y por cuestiones de cercanía, precisamente Centroamérica y el Caribe), se han configurado y desarrollado a partir de ser el “patio trasero” de la potencia del Norte. Entonces, que exista una instancia donde como Estados que se desarrollaron a partir de las directrices del centro puedan plantear e interpelar políticas, es un elemento central.
No quedan dudas que el espacio puede funcionar. Cuando había una convergencia ideológica se logró articular y proponer no sólo el Sistema de Educación mencionado, sino dejar sin efecto la resolución que excluía a Cuba. No obstante, por más voluntad política que exista, hay que pensar en quien ejecuta las políticas: la Secretaría General. Por lo tanto, hay que leer allí también la eficiencia y eficacia de las Cumbres.
Mientras tanto, como dice la reconocida canción de rock nacional, “buscaremos otro viento mejor/ uno que nos devuelva la voz”. Uno que nos permita nuevamente diagramar una hoja de ruta como continente.