Cada 11 de septiembre se celebra en nuestro país el “Día del Maestro”, en conmemoración al fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento (1888). Considerado como el padre del aula, este político, escritor, pedagogo, periodista, militar y estadista argentino, fue primeramente gobernador de San Juan (su provincia de origen) y luego alcanzó la Presidencia de la Nación (cargo que ejerció entre 1868 y 1874).
Sarmiento se destacó, sin lugar a dudas, por haber sido el gran impulsor de la educación universal, obligatoria, gratuita y laica en Argentina. Gracias a su decidida prédica en el año 1884, durante el gobierno de Julio A. Roca, el Congreso Nacional logró sancionar la Ley N° 1420 (de Educación Común), una norma verdaderamente revolucionaria que marcó en su tiempo un hito en la evolución de la educación pública argentina.
Figura insoslayable del ámbito escolar, y al mismo tiempo inspirador, orientador y guía de sus alumnos en el ejercicio creativo y desarrollo de conocimientos, el maestro es parte esencial de la institución educativa, tanto que sin su participación y dedicación resulta imposible sustentar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin su presencia en las aulas, las escuelas devienen en meros edificios, vacíos de educación.
Quizás por eso el pasado 11 de septiembre, como es ya habitual, ministros, gobernadores, legisladores y dirigentes de distintos sectores políticos y organizaciones gremiales, saludaron y expresaron su reconocimiento a los maestros y maestras en su día, con mensajes alusivos desde sus redes sociales. Empero, este reconocimiento, hoy canalizado básicamente a través de las redes sociales, lejos está de convertirse en un reconocimiento real y concreto a nivel económico. Y para corroborarlo, nada mejor que recurrir a datos oficiales.
En efecto, si hacemos un promedio de los 24 distritos provinciales, el salario bruto de un docente que recién se inicia en el cargo es de $ 81.307; y si tomamos como referencia los sueldos de aquellos que tienen más de 10 años de antigüedad, el promedio trepa a $ 92.285, según se desprende del “Informe indicativo del salario docente” elaborado en el ámbito del Ministerio de Educación de la Nación.
Este interesante trabajo, que periódicamente desarrolla la Secretaría de Evaluación e Información Educativa, demuestra las asimetrías existentes en las remuneraciones de los maestros que, más allá de las diferencias de cada zona, realizan las mismas tareas y con idéntica carga horaria.
Así, de acuerdo al resultado que arroja el último informe trimestral y en base al salario bruto de un docente sin antigüedad, vigente al mes de junio, las provincias que mejores sueldos pagan son: Salta ($ 125.128); Neuquen ($ 107.195); Tierra del Fuego ($ 105.803), San Luis ($ 103.885) y Santa Fe ($ 100.633). Por el contrario, las provincias que tienen salarios brutos iniciales más bajos son: Mendoza ($ 58.102); Jujuy ($ 59.658); Santiago del Estero ($ 60.954); Catamarca ($ 62.710) y Formosa ($ 66.442).
Como se observará, Córdoba (con un salario bruto inicial de $ 95.107, a junio del corriente año) no aparece en el Top 5 de provincias que mejores remuneraciones abonan a sus maestros, aunque tampoco integra el grupo de las que menores recursos destinan a la masa salarial docente.
Y analizando la cuestión en clave comparativa, advertimos que los maestros y maestras se encuentran entre los trabajadores peor remunerados en la actualidad. De hecho, su salario es levemente inferior al de los empleados de comercio, perciben el 50 por ciento del sueldo de un chofer del transporte urbano o de un recolector de residuos en esta Capital, un tercio del salario promedio de un empleado municipal y casi un cuarto de lo que gana un bancario.
No pretendemos significar que los salarios de los demás trabajadores sean elevados sino que las remuneraciones del sector docente no se corresponden con la trascendencia que reviste su labor. Y con ingresos salariales tan deprimidos, incluso por debajo del umbral de la pobreza (el valor de la Canasta Básica Total, según el Indec, ya supera los $ 111.000), resulta difícil imaginar un futuro mejor.
Cómo se podrá construir una Sociedad más justa, igualitaria e inclusiva, si sus principales constructores no reciben un salario digno, que compense y justifique tanto esfuerzo, dedicación, responsabilidad y compromiso? Con nuestros “héroes” y “heroínas” (al decir del diputado Daniel Arroyo) cada día más empobrecidos, limitados a una economía de subsistencia y sin ninguna esperanza de progreso, la Argentina que soñamos se asemeja demasiado a una pesadilla.
Por ello, no está de más el reconocimiento verbal y meramente declarativo, pero es absolutamente insuficiente. Con simples saludos y agradecimientos (una vez al año) no se va a lograr prestigiar la docencia. Se la prestigia, como sostiene Facundo Manes, con acciones concretas y políticas públicas destinadas a priorizar en serio la educación como motor del desarrollo de una sociedad que está dispuesta a luchar para edificar un futuro superador y venturoso.
Y a fin de comenzar a revalorizar la función docente y reconstruir su prestigio social debería concretarse cuanto antes un justo reconocimiento salarial a todos los educadores que día a día, con innegable vocación, llevan adelante el enorme desafío de formar a nuestros niños, niñas y adolescentes. Este sería un auspicioso primer paso, tan necesario como elemental, que nos volvería a encaminar por la senda que alguna vez diseñó Sarmiento y que nunca debimos abandonar.