Lourdes tiene 43 años, vive en Unquillo y acaba de encontrar a sus familiares a través del Banco Nacional de Datos Genéticos. Esto resultó una búsqueda de identidad de origen resuelta a tiempo. También significa la revalorización de esta herramienta como esperanzadora para madres que están buscando hijos nacidos entre 1974 y 1983.
Una pareja de Colón, Entre Ríos, se encontrará este fin de semana con la hija de la que se desvinculó hace cuatro décadas, cuando era una beba de meses y vivían en Buenos Aires. Lourdes Icoff buscó su origen biológico desde la adolescencia. Ahora sabe que su madre es Nélida Soria (82).
Ambas recibieron la noticia de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) la semana pasada, y tuvieron un conmovedor primer encuentro virtual junto a Juan Rudis Correa y Sandra Correa Soria, que son el papá y la hermana de Lourdes. “Fue muy fuerte. Estoy súper feliz. No caigo”, dice Lourdes.
En tanto, ella había acudido a Conadi hacía años y había dado negativo al ser comparada, en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), con las familias que buscan a los hijos de los detenidos-desaparecidos. Nélida, por su parte, lo hizo este año, al enterarse de que ahora también pueden dejar su muestra genética allí las mujeres que buscan hijos nacidos entre 1974 y 1983.
Lourdes vive actualmente en las Sierras Chicas. Siempre supo que era “adoptada”, y a los 15 años empezó a buscar a su familia biológica. Hoy los puentes con el hombre que la anotó con su apellido y luego, ante su demanda, le fue dando versiones de la historia “sin ahorrar en crueldades”. Ella se crio con la madre de él y tuvo una infancia feliz.
Los Correa Soria son uruguayos. En 1978 estaban viviendo en Buenos Aires con su hija Sandra, de ocho años, montevideana, y una beba de pocos meses nacida en Argentina. Eran vendedores ambulantes y vivían en una pensión en el barrio porteño de Once. Sandra, en este marco, recuerda que salían muy poco, que la plaza Miserere estaba siempre sitiada y sobrevolaban helicópteros, y que a su padre se lo llevaban detenido seguido.
El quiebre familiar se produjo durante una redada que puso a esta familia en una situación inhumana. Sandra lo recuerda así: “Mi papá no estaba, estábamos yo, mi mamá y la bebé en la pieza. A la noche tocaron pidiendo documentación. Nos dijeron que nos teníamos que ir porque éramos extranjeros. A la mañana siguiente pegan una patada en nuestra puerta, abren, empezamos a gritar. Alguien dice: ‘Hacé callar a esa pendeja, porque si no, no la vas a ver más’. Decían que mi papá era montonero, pero jamás fue así, mis padres jamás estuvieron en política”.
También recuerda el llanto de su madre en el momento desgarrador en que ambas se vieron forzadas a irse del país y separarse de la beba, a la que querían llamar Sofía, pero que no habían llegado a anotar. Y recuerda a un vecino de la pensión. Según esta reconstrucción familiar hecha por décadas, este hombre –que habría trabajado en el hospital de Campo de Mayo– les dijo que cuidaría de la beba unos días, hasta que pudieran volver por ella. Pero con los datos que tenían nunca más pudieron localizarla, y todas las puertas que golpearon, empezando por la de la pensión, se les fueron cerrando.
Posterior da la dictadura vivieron otra vez en Buenos Aires, en distintos barrios, hasta que se instalaron en Colón, donde trataron de seguir adelante, acomodando el dolor como se pudo. Sandra dice: “Siempre tuve este trauma, y pensaba ‘no me voy a morir sin conocer a mi hermana’”. Ahora la encontró.
Un equipo viajó entonces a Colón para extraer una muestra de material genético de Nélida, que, cotejado con las muestras almacenadas en el Banco de quienes buscan sus orígenes, dio positivo con Lourdes. La conmoción fue total. Sandra reflexiona: “Esto es algo muy loco, porque yo soy una testigo que vi todo y recuerdo todo, ahora se encontró a una persona, y mi mamá vive, mi papá vive, mi hermana vive. Cuando le contaron, mi mamá lloraba, pedía perdón. Quiero que sepan que se puede ir a Conadi, que hay muchas posibilidades”.