Es común que la debilitación del esmalte no presente signos visibles. Sin embargo, lo cierto es que si se daña quedamos expuestos a una gran cantidad de riesgos y amenazas externas. ¿Lo peor de todo? El esmalte no se regenera.
Esta capa externa puede acabar debilitándose ante determinados factores (internos como la genética o externos como la exposición a agentes adversos o una higiene precaria). Protegerlo se convierte, por lo tanto, en una prioridad para garantizar un buen estado de salud. Pero, ¿qué medidas podemos sumar a nuestra rutina para prevenir y paliar el desgaste del esmalte dental?
A continuación, te brindamos una serie de recomendaciones para que puedas mantener en buen estado esta gloriosa capa.
Minimizar el consumo de alimentos con propiedades desmineralizantes
Los carbohidratos fermentables agravan los efectos nocivos que generan las bacterias bucales. A partir de un proceso de fusión llamado desmineralización segregan un ácido que corrompe los minerales naturales presentes en el esmalte. Es importante evitarlos o, al menos, minimizar tanto como sea posible el consumo de golosinas, bebidas gaseosas, plátanos, panes o galletas saladas.
Es necesario siempre recordar que existe una amplia variedad rica en carbohidratos y que, por lo general, se encuentran presentes en altas concentraciones en los alimentos azucarados o ultraprocesados. Además, mantener una rutina de higiene bucodental efectiva puede ayudar a reducir los efectos de la desmineralización porque los restos de estos alimentos tienden a acumularse entre los dientes tras la ingesta lo cual multiplica sus efectos.
Sumar a la rutina productos remineralizantes
Otra buena forma de proteger el estado del esmalte dental es optar por una solución preventiva basada en la remineralización.
Según indican desde Dental Implantdent, una red de clínicas dentales de referencia en la provincia de Girona, España, el consumo periódico de productos de limpieza ricos en agentes remineralizantes ayuda a combatir posibles agresiones y pérdidas ocasionadas por ácidos corrosivos. Uno de los minerales más beneficiosos es el flúor (por eso está presente en la mayoría de productos de higiene dental).
De esta manera, usar agua fluorada es una buena medida preventiva aunque debes tener en cuenta que para hacerlo, lo más recomendable es que hables con un profesional especializado antes de hacerlo y recibas una orientación adaptada a tu caso (especialmente en lo que respecta a la dosificación).
Percatarse de la rutina de cepillado
¿Sabías que tu rutina de higiene puede ser perjudicial para tu esmalte dental? La intensidad del cepillado puede acabar por desgastarla y a largo plazo generar sensibilidad. Para prevenir este tipo de agresiones es recomendable que optes por un proceso de limpieza sutil y además evites el uso de cepillos de cerdas duras. Para potenciar el efectivo preventivo puedes:
- Fijar la frecuencia del cepillado a, al menos, dos veces cada día mediante un cepillo de cerdas suaves.
- Llevar a cabo tu limpieza profunda a partir de desplazamientos cortos y asegurándote de que el cepillo se encuentra en un ángulo aproximado de 45 grados.
- Extender las sesiones de cepillado a un mínimo de dos minutos.
- Cepillar todas las áreas de tu boca (prestando especial atención a zonas especialmente vulnerables como la lengua).
Una dieta rica en remineralizantes
¿Sabías que las costumbres de alimentación modernas han agravado considerablemente la incidencia de la caries y la debilitación del esmalte? Esta fue la conclusión a la que se llegó a partir de un estudio elaborado por la Universidad de Berkeley.
¿La razón? La irrupción de la industria alteró considerablemente nuestras rutinas de alimentación a partir de alimentos desmineralizadores. Para prevenir problemas de caries debes apostar por una fiesta rica en aquellos componentes que favorecen la protección del esmalte. Según la ADA (Asociación Dental Americana) existen cuatro categorías de alimentos que son beneficiosos para la salud: Cereales, frutas y verduras, proteínas magras y productos lácteos bajos en grasa.
Según los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses el queso, por ejemplo, genera un efecto de desmineralización que ayuda a minimizar la producción de ácidos y equilibrar el pH, algo que, por otro lado, también se deriva del consumo de apio.