El 10 de junio de 1945 las calles de Argentina se dieron vuelta. En aquel entonces, cambiar la mano significó invertir el sentido de circulación para que el tránsito se adaptara a los nuevos vehículos que, en su mayoría, se importaban de Estados Unidos y tenían el volante a la izquierda. Así quedaban atrás los días de «manejar a la inglesa», algo que 76 años después solo se mantiene en nuestras islas Malvinas. Por eso, todos los 10 de junio se conmemora el Día Nacional de la Seguridad Vial.
Hoy, como ayer, Argentina necesita un profundo cambio en sus usos y costumbres viales. Un cambio para entender que lo importante es llegar seguros, y no rápido. Para comprender que el alcohol puede producir alegría en una fiesta, pero que arriba del auto produce tragedias. Para saber que nunca hay que subirse a una moto sin el casco bien abrochado. Para reconocer que el peatón siempre tiene prioridad, incluso si se equivoca al cruzar. Para facilitar que cada vez más mujeres saquen su licencia de conducir sin temor a la mirada despectiva de los varones, y puedan estar al mando de un colectivo o de un camión y ser el sostén económico de su familia.
Para que la educación vial esté en las escuelas y nos enseñe a convivir en paz en la vía pública, territorio de volantes, pero también de manubrios y de personas a pie o en sillas de ruedas.
Argentina necesita un cambio para que la violencia vial no se naturalice, sino se censure y se reproche, y para que el respeto por las normas sea asumido como el único camino posible para disfrutar del espacio público de manera segura.
En el año de gestión que llevamos en la ANSV nos hemos dedicado a trabajar todos los días para que este cambio se perciba como imprescindible por las y los argentinos. Por eso el Programa de Alcoholemia Federal, con las 23 provincias trabajando en sintonía para prevenir siniestros causados por el alcohol.
También, el Módulo de Género, en el trámite para obtener el registro, para que revisemos algunas supuestas verdades que tanto mal nos han causado.
La Línea 149, para asistir a las víctimas y sus familias con recursos concretos, desde un psicólogo hasta un subsidio cuando el que muere o queda incapacitado para trabajar es el sostén de familia.
El Plan Federal de entrega de cascos, para motociclistas del NOA y NEA. O la apertura de 10 nuevas Bases Operativas en el interior del país.
El inventario sigue, pero puede resumirse en dos pilares: que la seguridad vial sea algo de lo que se hable en las casas, y que sea percibida como un tema de salud pública.
Es hora de cambiar, para que la primera causa de muerte en menores de 35 años en nuestro país ya no lo sea. Depende de cada uno de nosotros.
Director de la Agencia Nacional de Seguridad Vial