Sumergidos en la era digital, los celulares y las redes sociales se han convertido, queriendo o no, en una parte esencial de nuestras vidas diarias. Lo cierto es que su omnipresencia no sólo ha transformado la forma en que nos comunicamos y accedemos a la información, sino que también ha dado lugar a un debate cada vez mayor, y más preocupante, sobre su impacto en la salud.
El uso excesivo de los aparatos electrónicos, pero puntualmente el uso excesivo de teléfonos móviles y el tiempo dedicado a las redes sociales en conjunto, se ven asociados con una serie de problemas de salud que afectan al cerebro humano. Muchos estudios han vinculado el uso prolongado de dispositivos con niveles más altos de ansiedad, depresión y problemas de sueño.
Esto se debe a una variedad de factores, que no sólo apuntan al uso excesivo de las pantallas, sino que pueden interferir con los ritmos circadianos y dificultar el sueño, logrando un efecto negativo general para la salud. También, la constante exposición a las actualizaciones de estado, fotos y videos en las redes sociales puede generar comparaciones sociales negativas, baja autoestima y una sensación de soledad. Este impacto se puede ver explícitamente entre los jóvenes, logrando ser los más susceptibles y vulnerables a la influencia de las plataformas digitales.
Asimismo, en redes como Tiktok y X (ex Twitter) se registran un sin fin de publicaciones y contenido que apuntan hacia el odio e incluso que alientan a generar daño a otros y a uno mismo. Del mismo modo, jóvenes y niños buscan respuestas a problemas por los que están atravesando en su vida, con resultados de poca fidelidad y que los exponen a situaciones peligrosas.
Es en este contexto en el que la ciudad estadounidense de Nueva York presentó la semana pasada una demanda contra las redes sociales más populares (TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube) por considerar que están provocando «una crisis de salud mental entre los menores en toda la nación». La demanda se presentó ante el Tribunal Supremo de California, el estado donde tienen su sede la mayoría de estas redes sociales, con la firma del alcalde de Nueva York, Eric Adams, y de los funcionarios a cargos de los Departamentos de Educación y de Salud.
El gobierno neoyorquino sostuvo en el comunicado de la demanda que “la ciudad se une a cientos de distritos escolares de todo el país para presentar litigios que buscan obligar a los gigantes tecnológicos a cambiar su comportamiento y recuperar los costos de abordar esta amenaza a la salud pública. La ciudad gasta más de US$ 100.000.000 en programas y servicios de salud mental para jóvenes cada año”.
Entre las responsabilidades por las que se demanda a las redes se encuentra el uso de algoritmos para generar “feeds” que mantengan a los usuarios en las plataformas por más tiempo y fomenten el uso compulsivo. También el uso de mecanismos similares a los juegos de azar en el diseño de aplicaciones, que permiten la anticipación y el anhelo de «me gusta» y «corazones», y también proporcionan flujos continuos y personalizados de contenido y anuncios. Esto hace referencia a cómo los algoritmos y las redes sociales actúan directamente en el sistema de recompensa, que es donde se generan las adicciones. Es decir, las drogas como la cocaína actúan en el mismo sistema de recompensa que utilizando TikTok, segregan el mismo neurotransmisor que la dopamina.
Los especialistas señalan que las redes sociales no son negativas, sino que es el uso que le damos lo que genera esta clase de problemas y que por lo tanto implica un problema social de poca contención y regulación sobre las plataformas. Los dispositivos móviles pueden tener un impacto positivo en la salud si se utilizan de manera equilibrada y responsable. En muchos casos, y en situaciones extremas como fue la pandemia y aislamiento por Covid-19 en 2020, las redes sociales pueden proporcionar apoyo y conexión social, una salida frente a contextos negativos de la vida cotidiana.
En ese sentido, hay maneras y posibilidades en las que se puede convivir con la tecnología, sin perder nuestro centro y nuestro foco real. Porque el uso del teléfono celular es también, en muchos casos, una herramienta de trabajo, por lo que no podemos prescindir de él en lo absoluto, pero sí buscar herramientas para reeducar nuestro cerebro y hábitos. De este modo, los especialistas recomiendan ante todo reconocer el mal hábito, vislumbrar cuáles son sus beneficios y desventajas, y encontrar si existe realmente una ganancia. Frente a ello, comenzar a poner en práctica límites de horarios, silenciar o bloquear aplicaciones que nos estén afectando y encontrar nuevas costumbres que nos generan la misma satisfacción de una forma más sana.
Así es que, si bien los celulares, las plataformas y las redes sociales ofrecen innumerables beneficios en términos de comunicación e información, su uso excesivo y poco saludable puede tener consecuencias negativas en nuestra vida y en la sociedad misma, siendo un problema colectivo. Por eso es fundamental encontrar un equilibrio entre el tiempo dedicado a las pantallas y el tiempo dedicado a seguir con nuestras vidas y hábitos más terrestres y humanos.