Finalmente, la coalición de derecha encabezada por Fratelli d’Italia se hizo con el gobierno italiano. La coalición la forman también dos viejos conocidos: Forza Italia, del inefable Silvio Berlusconi, y La Liga, de Matteo Salvini. Sin embargo, esta vez los dos hombres fuertes de la derecha italiana estarán en segundo plano. La primera ministra será Gioriga Meloni, la figura más popular de la ultraderecha italiana, quizás, en décadas. Y la primera en lograr encabezar un gobierno desde la posguerra.
Meloni reivindica abiertamente la herencia del fascismo y la figura de Benito Mussolini. Su figura marca dos hitos para la historia política italiana: se trata de la primera mujer en llegar al cargo, y es la primera vez que un partido abiertamente posfascista encabeza un gobierno. El referente político de Meloni es Giorgio Almirante. El dirigente fascista fue ministro de Mussolini durante la breve República de Saló, el Estado títere formado por los nazis al final de la segunda Guerra Mundial. En los años de posguerra se convirtió en fundador e histórico dirigente del Partido Social Italiano, una formación política abiertamente fascista que llegó a ser la cuarta fuerza en la Italia democrática.
¿Quién es y cómo piensa Meloni? No muy diferente a sus pares europeos de extrema derecha. Rechaza abiertamente la inmigración y los movimientos LGBTIQ+, pero también el neoliberalismo económico y el poderío de la autoridad central de la Unión Europea por sobre el resto de los Estados. Euroescéptica, contraria al multilateralismo, y una ferviente critica de la globalización y las “finanzas internacionales”, su llegada al poder genera resquemor en la UE. Unos días antes de las elecciones, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó que si Italia comenzaba a transitar “una dirección difícil” podían ejercer sanciones como “en Hungría y en Polonia”. En ambos países gobierna la ultraderecha denominada “antiglobalista” en quien Meloni podría apoyarse. Igual que Salvini, siempre tuvo lazos con la Rusia de Vladimir Putin, a quien decían admirar. Sin embargo, tras la invasión rusa a Ucrania esto cambió, al menos públicamente. Ambos han expresado cada vez que pueden su apoyo al gobierno de Zelensky y aseguran no tener nada que ver con el líder ruso. Meloni incluso pidió que el gobierno de Draghi envíe armas a Ucrania, y que redoble el apoyo de Roma a Kiev.
Meloni ha afirmado su admiración por Almirante, y también ha hecho lo propio por el mismo Benito Mussolini. Dijo de él que era un “gran político, que hizo todo lo que hizo por Italia”. Su carrera política la hizo en la Alianza Nacional, el partido heredero del Movimiento Social Italiano, llegando a ser diputada en 2006, y ministra de Juventud del gobierno de Berlusconi entre 2008 y 2011. Ese año, cuando le preguntaron por sus ideas políticas, aseguró sin titubear que tenía una “relación serena con el fascismo”, matizando su admiración por Mussolini afirmando que «cometió varios errores, como las leyes raciales, la entrada en guerra y el autoritarismo”.
Su ascenso a los primeros planos de la política fue vertiginoso en los últimos años, apenas en 2018, Fratelli D’Italia era una fuerza marginal que no lograba alcanzar ni siquiera el 5% de los votos. Nunca matizó su discurso ni buscó medias tintas, aunque dejó de hablar de sacar a Italia de la UE y de apoyar a Rusia.
Se trata de una nacionalista de ultraderecha, con particularidades que la hacen un producto de la época actual. Tras la pandemia, Meloni pudo encarnar el creciente descontento con el sistema de los trabajadores autónomos, los comerciantes, los trabajadores que fueron despedidos a causa de la pandemia, e incluso los descreídos de la misma, como los antivacunas o los conspiracionistas. También está en contra de tomar deuda y critica ferozmente tanto la toma de deuda externa como lo que llama “las finanzas internacionales”, representadas por las autoridades del FMI y el Banco Central Europeo. En el último tiempo se ha distanciado de la militancia juvenil neofascista de movimientos como Casa Pound, pero sus opositores están convencidos que lo hace por una mera cuestión electoralista. Su victoria fue saludada por el partido alemán de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD).
Uno de los grandes méritos políticos de Meloni ante la sociedad italiana fue que se mantuvo en la oposición desde su irrupción en la escena pública, en un contexto de crisis y gobiernos ineficaces que no lograban hacer pie. Se opuso a la formación del gobierno populista que formaron su ahora aliado Matteo Salvini y el Movimiento 5 Estrellas, y luego también se mostró contraria al que formaron el 5 Estrellas con el Partido Democrático (de centroizquierda), ambos encabezados por Conte. También estuvo afuera del gobierno de unidad nacional de Draghi, donde se habían integrado prácticamente todas las fuerzas políticas, menos Fratelli D’Italia. Esto le otorga cierta credibilidad en un contexto de profundo hastío de los políticos tradicionales, además de que puede despegarse fácilmente del fracaso de gobiernos que siempre criticó y prefirió no integrar. Esta vez, a diferencia de los últimos cuatro gobiernos que no lograron superar los 12 meses, se tratará de un Poder Ejecutivo más homogéneo, ya que nuclea a todas las fuerzas de derecha. Además, el liderazgo carismático de Meloni la hace una figura particular para la historia reciente italiana, protagonizada por tecnócratas y políticos de carrera. Todo indica que el país se encuentra frente a una nueva era, con resultados inciertos, pero peligrosos.