Por Mercedes Grimaldi
En Jefatura los bautizaron como los 12 apóstoles”. Doce comisarios de la estratégica división Inteligencia Criminal, que debieron aislarse luego de compartir un regado desayuno, que ellos bautizaron como de trabajo”.
La noticia puso de muy mal humor a la jefa de Policía, Liliana Zárate, la primera mujer en la historia en dirigir a una institución con una marcada impronta machista.
A Lili”, como la recuerdan en Tribunales Federales (donde dejó su huella investigando al narcotráfico, cuando en Córdoba aún se investigaban esta clase de delitos), los enojos que sus subalternos le generan a diario no le cambian la elegancia: nunca habrá una foto que la muestre desaliñada, ni fuera de vestuario. Su tono y su presencia demuestran, siempre, que ella se preparó toda la vida para el cargo que ahora ostenta. Nunca le tuvo miedo a dirigir a miles de varones acostumbrados a ser mandados por varones.
No se amilana ante lo que ella entiende que se trata de una embestida interna: sabe que el comisario Alejandro Mercado, jefe de Investigaciones Criminales, nunca la quiso. Este comisario se reporta directamente a Alfonso Mosquera, el ministro de Seguridad. Pero a ella, nada le hace cambiar el semblante. Su paraguas político se ubica mucho más arriba, a la derecha del gobernador Juan Schiaretti. O, mejor dicho, a ambos lados: entre la primera dama provincial (y diputada nacional), Alejandra Vigo, y el consultor de comunicación Roberto Sposetti decidieron meses atrás que ella debía liderar la Policía.
La cuestión de género fue clave en aquella elección. Mosquera sólo fue anoticiado para que procediera a echar al entonces jefe, Gustavo Vélez, y a nombrarla a Lili”. Desde ese mismo instante, Liliana sospecha que salió de Investigaciones la viralización sobre el oscuro pasado de su marido, el ex policía Ariel Prandi.
Cuando desde el Gobierno le preguntaron si había algo que aclarar, pese al calor interno que la embargó, respondió con un firme no”.
Su vestimenta, impecable, ni siquiera se arrugó. Liliana nunca pierde la compostura. Ni siquiera cuando tuvo que mandar a todos los jefes de Investigaciones por no tomar las precauciones por la epidemia del coronavirus. Es que Liliana siempre ha estado un paso adelante de sus detractores.
En silencio, sin que el ministro Mosquera se diera cuenta, armó una división de Inteligencia paralela: se llevó dos áreas claves por fuera de la órbita de Mercado, y puso a un varón de su extrema confianza, Fernando Orellana, a escarbar hacia adentro de Jefatura sobre cualquier descontento en torno a ella. Gracias a Orellana (que sobrevivió a la persecución que el fiscal Enrique Senestrari realizó en el narcoescándalo”), Liliana pasó la escoba por Investigaciones, y mandó a varios kilómetros de Jefatura a los que fueron señalados como sus detractores.
La purga en Investigaciones fue dibujada ante el ministro. Los que quedaron, ahora están aislados, sin capacidad de reacción.
Liliana no pierde la compostura, pero tampoco la memoria. Sabe que aún le quedan varios varones como obstáculos para generar lo que ella llama una nueva Policía”.
Se lo contamos acá, porque va a ser difícil que lo lea en otro lado.