Los poetas griegos advertían que cuando los dioses quieren destruir a un hombre, primero lo enloquecen. Oscar Wilde, que afirmó que todo lo que hay de moderno en nuestras vidas se lo debemos a los griegos, también escribió que cuando los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras plegarias.
La frase de Santa Teresa de Jesús: Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas”, inspiró a Truman Capote el título de la obra que significaría su suicidio social, y que presentó a su editor diciendo: Se llama Plegarias atendidas, y creo que atenderá las mías».
En la mitología griega abundan los héroes que padecen hybris. El castigo que imponen los dioses a los seres que se dejan arrastrar por la ambición y la ebriedad, o aspiran a la divinidad, como Dédalo y Prometo, suele ser definitivo y ejemplar.
Heródoto ya nos advirtió que los dioses fulminan a los seres que sobresalen demasiado, mientras que los pequeños no despiertan la ira divina.
La hybris también aparece en los mitos cristianos desde el Génesis. Adán y Eva, los primeros humanos fueron expulsados del Edén cuando aspiraron a ser como Dios.
Los antiguos griegos temían la ira de los dioses, pero en los mitos modernos los personajes que intentan escapar al destino mortal no se libran del castigo divino, como en Frankenstein o el moderno Prometeo.
No necesitamos observar cielos y Olimpos para comprobar que los hombres geniales y excepcionales son terriblemente castigados en la vida real por los hombres vulgares.
Todas estas reflexiones me planteo después de leer El veneno siempre está al final”, del joven novelista cordobés Cezary Novek. Para mí una obra literaria es buena, si su lectura me plantea enigmas, despierta mi imaginación, o me anima a meditar, como ha sucedido con esta exquisita novela.
El principio de El veneno siempre está al final” es sugerente: La literatura siempre es un obstáculo que te impide ser rico o feliz”, decía un profesor que tuve en la secundaria. Yo creía que la música también. Cualquier forma de arte, en realidad. Desde el momento en que interrumpimos el goce de la contemplación para intentar crear belleza nos convertimos en ángeles caídos. En sufrientes antorchas de soberbia que nadie necesita”.
El narrador de esta novela evoca la primera época de su infancia, cuando fue un alumno de primaria y empezó a sufrir ante lo sublime y padecer esa angustia barroca, que más tarde reconocería como síndrome de Stendhal.
En la infancia nace el deseo por el otro y el deseo de ser otro, vivimos la amistad como un enamoramiento, y todo amigo tiene algo de amante y enemigo. En esa época el deseo y el espejeo del deseo del narrador se cristaliza en tres amigos: Mariano, Blas y Clara.
El narrador evoca la ambivalente impresión que le causaban los hermosos hermanos Blas y Clara, a los que define como un ying yang: donde él hería, ella sanaba. Y la inteligencia de su amigo pianista, con el que jugaba a los científicos, hacía experimentos, creaba árboles de cristal, y le inspiraba la fantasía idea de transplantar el alma de Mariano al cuerpo de Blas.
Las emociones de los cuatro personajes pasaban de uno a otro como el champagne en una pirámide de copas, pero se interrumpieron cuando la familia del narrador se traslada a la ciudad, separando al niño de sus tres amigos.
Años después el narrador vuelve al espacio de la infancia, pero… siempre que regresamos al pasado nos encontramos con la muerte, o con una forma de muerte.
Es difícil hablar de una novela de misterio sin revelar información, por me he limitado a destacar algunos elementos que me parecen especialmente relevantes.
El veneno siempre está al final” mantiene el misterio desde el principio hasta la última frase. Es una novela fantástica y a la vez verosímil, porque todos podemos reconocernos en esas experiencias y relaciones infantiles. Los protagonistas están realmente vivos, como los lectores, y al acabar su lectura nos asombramos al comprender que tanto en la literatura como en lo que denominamos vida real, como se anuncia desde la primera línea, la carga del veneno llega cuando se llega al final.