Por Daniela Piccone y Juan Martín Marchioni
Juan Bautista Bustos fue, además del primer gobernador de esta provincia, un cordobés que supo defender la patria frente a las invasiones inglesas; un hombre de confianza de próceres nacionales, como Belgrano y San Martín; y, por sobre todas las cosas, un emblema del federalismo, respetado por sus pares provincianos. La figura de Bustos no es protagonista en la historia oficial. Poco se ha escrito sobre quien protagonizó la sublevación de Arequito, negándose a batallar contra sus hermanos provincianos. Tampoco se menciona que, ya en el desempeño de la gobernación cordobesa, se destacó por su interés en el desarrollo de la educación, habilitó la libertad de prensa, y dictó un reglamento para la provincia de carácter republicano y representativo. Su mandato duró hasta que el general Paz, acompañado de un ejército unitario, lo derrocaron.
Hoy gobierna aún Mauricio Macri, un presidente que generó un modelo económico en el cual los principales beneficiarios fueron los financistas ubicados en la metrópoli que encierra -casi irónicamente- la avenida General Paz, Buenos Aires.
El presidente electo, Alberto Fernández, también es porteño, pero suele decir que él es el “más federal de los porteños”. Es que la base de sustentación política del nuevo Presidente fueron los gobernadores de las provincias más relegadas del país. De hecho, durante su campaña electoral, prometió un Gobierno con una distribución más razonable de los recursos, una relación más cercana a con gobernadores e intendentes y la creación de una capital alterna en cada provincia.
Bustos, en su tiempo, defendió tanto el proyecto federal como el proyecto sudamericano. En el Reglamento que dictó para Córdoba, establecía que la ciudadanía a los extranjeros les sería concedida en cuanto prestaran juramento de defender con sus vidas la independencia sudamericana. Lejos de aislar a Córdoba de un proyecto más amplio, Bustos transitó un camino que daba cuenta tanto de su trayectoria militar, como política, en la que bregó por la independencia contra el imperialismo, y por un proyecto de país ordenado, en defensa de la unidad de las provincias.
No era un hombre sin ambiciones; su plan traspasaba las fronteras de la provincia y lo erigía como referente de la región. Contaba con el apoyo de sus pares, como Facundo Quiroga, Estanislao López (con quien inclusive había tenido diferencias), y mantenía también una estrecha relación con Güemes. Bustos fue (y es) una amenaza para el proyecto unitario. Su gestión en la provincia echaba por tierra la imagen de un caudillo autoritario e incivilizado; así, desde Córdoba asomaba una gestión pujante, que le permitía a su gobernador proyectarse a escalas superiores. De hecho, no sólo apoyó la campaña libertadora de San Martín, sino que también convocó y quiso conformar una convención constituyente en Córdoba para dictar una constitución de carácter federal para el país.
En 1829 fue derrocado por el general José María Paz, con quien había compartido experiencias militares bajo el mando de Manuel Belgrano, y con quien también se había encontrado enfrentado en el motín de Arequito. Un año más tarde, Bustos falleció a causa de las heridas recibidas en combate. Tal como lo destaca Esteban Dómina, es posible que el olvido de la figura de Bustos en la historiografía oficial haya tenido que ver con la molestia que generaban sus ideas. Schiaretti fue el gobernador que más ha hecho por retomar la memoria de Bustos, inaugurando obras con su nombre, incluyéndolo en sus discursos, trayendo sus restos al territorio provincial, y erigiéndole un imponente monumento que parece custodiar la Casa de Gobierno.
A casi 190 años del fallecimiento de Bustos, en Argentina el federalismo sigue siendo un tema de debate cotidiano, ya que las desigualdades que penetran el territorio nacional no han cedido. Las regiones del Norte y del Sur siguen padeciendo la lejanía con el puerto, donde dicen que Dios atiende. Las provincias del centro, ricas en su productividad, tampoco han logrado resolver un modelo de desarrollo que les permita paliar la pobreza. Un Presidente federal no podrá obviar estos hechos. Los gobernadores federales, tampoco.
Por otro lado, el escenario de deuda con el FMI pone en jaque al nuevo Gobierno, que necesitará contar con una cuota de apoyo institucional alta, que le posibilite una coordinación intergubernamental fina para sacar adelante la economía. Será interesante ver qué lectura hace el gobernador de Córdoba del nuevo escenario. Luego de las elecciones de octubre quedó en evidencia que en Córdoba el favorito sigue siendo Mauricio Macri, lo que no queda tan claro es si ese favorito ha beneficiado a la provincia: según los últimos datos del ministerio de Finanzas, la caída en la recaudación acompaña esa idea. Tampoco lo hacen los números relativos a la pobreza y el desempleo.
Es que el federalismo no es un “sálvese quien pueda”; tal como lo pensaban sus primeros defensores -entre ellos Bustos- el federalismo es un modelo de cooperación que debe expresarse en el reconocimiento de las autonomías provinciales y en un proyecto de país que contemple a todos de manera equitativa.