La fortuna puso en mis manos, cuando niño, un ejemplar del fabuloso “Primer viaje en torno del globo”, de Antonio Pigafetta, piloto de la expedición iniciada por Fernando de Magallanes (1519, partiendo 5 naves y 270 tripulantes) y finalizada, circundando el planeta, por Sebastián Elcano (1523, llegando sólo un buque y 17 marineros). Nadie se explica cómo hacía el distinguido don Antonio para escribir en las situaciones más disímiles, azotado por tormentas, doblegado por las limitaciones, asediado por motines (hubo varios) y recibimientos hostiles de desconocidos (incluso los que se habrían comido asado a Díaz de Solís no mucho antes). Tuvo suerte Pigafetta, de no padecer las enfermedades que diezmaron aquella tripulación. Y así supimos de las maravillas y peripecias que signaron la inmortal travesía, aún hoy una de las más osadas llevadas adelante por la humanidad.
Es recurrente Pigafetta a referir “tierras incógnitas” o ignotas, apelando a terminología en boga (que remitía a mitos de la antigua Grecia, retomada por Ptolomeo en el siglo I) para describir superficies inexploradas. Así las signaron los cartógrafos contemporáneos al descubrimiento de América y posteriores (reproduciendo, sin haber viajado, la información suministrada por las tripulaciones). Territorios insulares o continentales, a los que Magallanes y los suyos fueron denominando y Pigafetta describiendo, sabedor de que llevaría a Su Majestad don Carlos V el tesoro más preciado con que contaba aquella expedición, como él mismo se ufana.
La “terra incognita” incentiva el apetito por descubrir; también conduce al terror por adentrarse en sus misterios. Causa impresión, en el diario, el destino de Gaspar de Quesada, un conspirador al que -por pedigrí- don Fernando no se atrevió a ejecutar: “lo abandonó en la tierra de los patagones con cierto sacerdote, su cómplice”, como castigo ejemplificador.
Navegantes y descubridores fueron haciendo del incierto mundo un prolijo planisferio, reduciéndose las tierras incógnitas a supuestos de interior profundo continental, desapareciendo en el siglo XX toda referencia similar en los mapas; pero subyacen, saltando las décadas y yendo a un uso científico político del término, jurisdicciones aparentemente conocidas por sus preferencias y liderazgos, que mutan sin más a dimensiones electorales impensadas. Entre esos distritos desconcertantes, muchos analistas ubican a Córdoba.
La ciudad de “les pibes” sin calma
Fue oportuno el momento que eligió Alberto Fernández para su segunda visita a la Provincia desde que ejerce la Presidencia. El anuncio era importante: una fuerte inversión de la empresa Nissan en Córdoba, y debió ser recibido por un Juan Schiaretti que, a su recurrente malhumor, debió adosar la tirria que le produce encontrarse con el reciente padre de Francisquito, para juntos dar una buena noticia.
Los cordobesistas profesan una añeja -e inconfesable- envidia al kirchnerismo, anterior a las absurdas diferencias que distanciaron a ambos grupos: por el sólo hecho de que Néstor y los suyos llegaron en 2003 a la Rosada (objetivo intentado -y frustrado- del cordobesismo de entonces), logrando habitarla ya por cuatro períodos presidenciales (de cinco que hubo en juego). “Un plan para 20 años” afirmaba el recordado santacruceño; aunque con claroscuros, no fue desacertado su pronóstico.
Una visita en la que el Gobernador no podía retacear don de gentes como obligado anfitrión, que continuó recorriendo obras en las que la Nación contribuye con un importante financiamiento, como la planta de tratamiento de líquidos cloacales de Bajo Grande, imprescindible para el saneamiento en la Capital.
Pegaron fuerte los posteriores dichos de la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, sobre graves datos de pobreza y desempleo en la Provincia, “tal vez por decisiones que tome el gobierno cordobés”, apenas negados por un balbuceo del incombustible Juan Carlos Massei.
Pero, decíamos, la oportunidad fue precisa. “Nada que hacer/ solamente mover/ la cabeza al revés/ Y una chica vendrá, desde el alba” profetizaba Fito Páez en su clásico del disco Ey! (1988). ¿Alejandra Vigo? ¿Natalia de la Sota? Cuando todos miraban hacia el Palacio 6 de julio, debieron torcer las testas y adivinar, tras la polvareda, quiénes van llegando a las disputas por la sucesión del Gringo.
Es que “todes” quieren encabezar ¿Se trata de movimientos digitados en el Panal? “Por supuesto. Son las maniobras típicas de un gobierno, y un liderazgo, en retirada” sugiere un profesor que a veces opina en este diario.
Olfateando ese revuelo, cayó Fernández a la terra incognita, contando con baqueanos: Carlos Caserio y Martín Gill. El microplaneta La Cámpora local sólo aporta algún bullicio; Olguita todavía tantea. El Alberto presidente, hizo los movimientos institucionales precisos; el Alberto político fue un poco más allá, convocando una reunión a la que asistieron más intendentes de lo que informó cierta prensa local (podrían haber sido más de un centenar, entre ellos Brinkmann, Alejo Ledesma, Capilla del Monte, Cruz Alta, Villa Nueva, Villa María, San Francisco del Chañar, Embalse, La Para, Corral de Bustos, Leones, Río Primero, Ballesteros, Estación General Paz, Laguna Larga, etc.) “El 2023 está perdido si nosotros queremos darlo por perdido” señaló uno de los dos Albertos frente a un público que reunía presencias renovadas. “Muchos están cansados de la dádiva y el apriete. El año que viene habrá movimientos de fuga”, resumió un cordobés con despacho en Buenos Aires que monitorea esos desplazamientos.
Pero la Córdoba 2023 es impredecible. El peronismo local está nervioso. ¿Schiaretti tendrá fuerza para dibujar la lista de sus sueños y seguir conduciendo? ¿Se recrearán nuevas alianzas entre algunos que hoy se ubican bajo el paraguas schiarettista y el albertismo, que nítidamente existe? Muchaches, vuelvan a la calma, porque del otro lado se prepara un recargado Luis Juez; sobrevuelan Macri, Rodríguez Larreta, Milei. Sin soslayar a la alfombra radical, que en unas semanas festejaría un triunfo importante, en la UNC, tercer aparato de la Provincia.
Los cartógrafos políticos se preparan. Córdoba es una terra incognita, y lo será, por lo menos, hasta la definición de candidaturas, quizá dentro de un año.