Tras la exitosa gira del ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, por África en julio pasado, el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken visitó esta semana tres países del sur y centro del continente. Durante su viaje, el pasado lunes 8 la Casa Blanca publicó el documento “Estrategia de los Estados Unidos hacia el África Subsahariana”. EEUU se acerca al continente porque está preocupado por la creciente influencia de China y Rusia en esa región y por las consecuencias que la misma podría tener para su seguridad nacional. En su gira, Blinken ha presentado la nueva estrategia de Washington para relacionarse con las naciones del África como «socios iguales». Estuvo en Suráfrica, Congo y Ruanda. Con la visita del secretario EEUU dirige por primera vez en muchos años su atención hacia África, respondiendo a las acusaciones rusas y chinas de que es una «potencia neoimperialista» que quiere someter a los países africanos, en su discurso en la Universidad de Pretoria, Suráfrica, el jefe de la diplomacia estadounidense subrayó repetidamente que Washington sólo quiere actuar en consulta con los líderes y las comunidades locales africanas.
La “Estrategia para África subsahariana” se propone durante los próximos cinco años defender la seguridad nacional norteamericana en el continente mediante la colaboración con actores regionales y mundiales. Esto se lograría potenciando «las instituciones de defensa civil», así como ampliando «la cooperación en materia de defensa con socios estratégicos». Washington piensa, además, involucrar al sector privado de defensa por medio de la iniciativa “Prosper Africa” para desarrollar tecnologías sostenibles y soluciones energéticas para las fuerzas armadas africanas.
Tarde se acuerda Washington de África. Según Bloomberg, los sucesivos gobiernos norteamericanos no han dado importancia a las relaciones con el continente que representa sólo el 1,2% de su comercio total. A pesar de que los intercambios aumentaron desde 2000, los países africanos han intensificado mucho más sus relaciones con China, porque ésta respeta su no alineamiento y ofrece préstamos e inversiones con pocas condiciones. La agencia de noticias informa también que, a pesar de los intentos de Occidente por aislar a Moscú, Rusia ha aumentado mucho su presencia en África.
Rusia considera a Egipto como una puerta de entrada a África que conecta los mundos de Asia Occidental, África y Europa. En los últimos años, Moscú ha trabajado incansablemente para asegurar una relación estratégica integral con El Cairo. Por un lado, Egipto ha acordado con Rusia construir Zonas Económicas Especiales (ZEE), la mayor de las cuales se encuentra en Port Said, en el extremo norte del Canal de Suez, donde se producirán autopartes.
Lavrov presentó una amplia estrategia de desarrollo para África que prevé la creación de zonas de libre comercio integradas tanto a la Nueva Ruta de la Seda (china) como a los corredores de transporte Norte-Sur (rusos), ambos financiados cada vez más fuera del orden occidental. Cabe señalar que 40 de los 55 Estados africanos (incluida la Unión Africana) han firmado memorandos de entendimiento con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), uniéndose así a otros 20 estados árabes.
La cooperación rusa con África mantiene especiales lazos que se remontan a la década de 1950. Egipto está a punto de firmar un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Económica Euroasiática (EAEU) y también pretende unirse a los BRICS. También ha comenzado a construir un ferrocarril de alta velocidad de 1.000 km desde el Mediterráneo hasta el Golfo de Suez, pasando por la nueva capital administrativa que se está erigiendo con ayuda de China. Otros tramos de este ferrocarril están previstos para los próximos años. Rusia suministra los vagones, mientras que empresas alemanas y egipcias construyen las líneas ferroviarias.
A pesar de las tensiones provocadas por la Gran Presa del Renacimiento, de Etiopía, la integración de África Oriental avanza con rapidez. La punta de lanza de esta cooperación entre Etiopía y sus vecinos del norte es un nuevo ferrocarril de ancho estándar de 1.522 km que conecta Addis Abeba (Etiopía), Jartum (Sudán) y Puerto Sudán en el Mar Rojo.
Rusia ha contribuido a resolver la disputa sobre el GERD entre Egipto, Sudán y Etiopía y cerró un acuerdo que garantiza la tecnología y la formación rusas a los militares etíopes.
En tanto, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, anunció el apoyo de Pekín a una enorme extensión del ferrocarril Mombasa-Nairobi, de 578 km, hasta Uganda, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo. Con este proyecto, cuyo costo se estima en 5.200 millones de dólares, el ferrocarril se unirá a la línea de Addis Abeba y de ahí a Yibuti y Eritrea.
Hay muchos grupos similares de corredores ferroviarios y energéticos que se están construyendo en toda África que muchos críticos siguen tratando como si fueran proyectos fragmentarios desconectados de cualquier visión coherente. Sin embargo, aunque Rusia, China y sus asociados en el mundo árabe y africano deben mantener sus cartas tapadas, si se mira el conjunto, se nota que todo responde a una visión estratégica para la integración de África en la Nueva Ruta de la Seda.
Uno de los programas más inspiradores que une estos miles de proyectos es el Ferrocarril Transafricano. La Comisión Intergubernamental Rusia-Sudán acordó la participación de Rusia en la construcción del ferrocarril de 8.600 km entre Dakar (Senegal), Puerto Sudán (Sudán) y Yibuti. Esta línea atravesará diez naciones africanas (Senegal, Malí, Níger Chad, Burkina Faso, Nigeria, Camerún, Sudán, Etiopía y Yibuti). China ya ha comenzado con la primera fase del programa, de 2.200 millones de dólares, con la mejora de 1.228 km entre Dakar (Senegal) y Bamako (Malí). Dentro de este programa de conectividad continental total, nueve enlaces ferroviarios unirán a todas las naciones en un modo de transporte coherente y eficiente, al tiempo que estimularían el crecimiento de industrias, proveedores de piezas, sectores manufactureros y academias de formación. También se construirían cientos de puentes, túneles, puertos y nuevas carreteras, entre ellas el sistema de autopistas transafricanas, de 56.600 km, que ya cuenta con decenas de miles de kilómetros de caminos y carreteras asfaltadas donde hasta hace poco sólo existían caminos de tierra o zonas vírgenes.
Ante esta plétora de realizaciones, los responsables políticos africanos desconfían de la repentina oferta de cooperación y apoyo de EEUU, que no ha asignado ninguna partida presupuestaria para mejorar las infraestructuras africanas o ayudar a afrontar su crisis sanitaria.
África espera auxilio exterior para recuperarse de la doble crisis sanitaria y económica. Además, tiene graves problemas de abastecimiento de alimentos y agua que requieren cuantiosas inversiones del exterior.
Es innegable que la visita de Blinken fue una respuesta directa a la gira africana de Serguei Lavrov. La nueva mentalidad de Guerra Fría de EE.UU. está provocando nuevas guerras y la escasez mundial de alimentos y energía. También está alimentando una inflación mundial y un crecimiento anémico que perjudica a muchas economías.
China y Rusia construyen infraestructura. Estados Unidos va a tener que ofrecer algo más que amenazas, si quiere hacer pie en un continente en el que sólo se ha hecho presente a través de sus servicios de inteligencia y sus empresas armamentistas.