El pasado 2 de julio se celebró el Día Internacional de las Cooperativas, marcado por las sucesivas crisis globales y sus consecuencias relacionadas al aumento del hambre y la pobreza en nuestros países. Por un lado, fenómenos climáticos que están comprometiendo las cosechas, por otro lado, la lenta recuperación y reactivación post pandemia de la cadena logística de alimentos y fertilizantes, la cual se volvió a ver afectada por el conflicto entre Rusia-Ucrania.
Estos factores, entre otros, están provocando una espiral inflacionaria generalizada en América Latina y el Caribe. En la región, 60 millones de personas están pasando hambre y las cifras de pobreza rural han aumentado desde la llegada de la pandemia de Covid-19, provocando un retroceso en la calidad de vida y han colocado en situación de inseguridad alimentaria a un gran porcentaje de población.
Por este motivo, desde la FAO insistimos en la necesidad urgente de seguir avanzando en una transformación hacia sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles, sin dejar a nadie atrás.
Parte de esta transformación de los sistemas agroalimentarios pasa por fortalecer el sector cooperativo. La evidencia y la experiencia acumulada en la región muestran que los modelos de negocios vinculados con la economía social y solidaria, de la cual las cooperativas son parte importante, son una alternativa concreta para enfrentar los desafíos de esta década.
Esta reflexión es muy necesaria. Las cooperativas, en sus diferentes áreas de actuación, que van desde las cooperativas de producción, pasando por aquellas orientadas a los servicios, hasta las cooperativas de consumo, desempeñan un papel importante en el bien estar económico y social de los territorios en que actúan.
En este sentido, las cooperativas son un motor para avanzar en la transformación de los sistemas agroalimentarios, dada su presencia en los distintos eslabones de las cadenas de valor.
Según la CEPAL, hoy tenemos las más altas tasas de crecimiento en el número de cooperativas en América Latina. De 2008 a 2020, su expansión en la región ha promediado un 4,8% anual, explicada por la promoción de legislación y fomento cooperativos, y su capacidad de canalizar políticas pro empleo y de seguridad social.
Por medio de las cooperativas los productores tienen mejores condiciones para acceder a financiamiento, mercados, servicios, bienes e insumos a mejor precio. Mediante las cooperativas se favorece el acceso de más actores a las cadenas de valor y a encadenamientos productivos, contrarrestando la concentración que caracteriza los sistemas agroalimentarios y alentando el desarrollo de más oportunidades.
Por esta razón, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación – FAO propone «nivelar el terreno» para las cooperativas, promoviendo condiciones para su crecimiento, a través de la actualización de leyes y herramientas de fomento; la generación de nuevas relaciones más simétricas frente a otras formas de empresa; la reducción de requisitos burocráticos para su conformación; el apoyo a las cooperativas de menor tamaño; el fortalecimiento de la gestión y gobernanza de las cooperativas, y la promoción de la integración intercooperativa y asociaciones entre cooperativas de distintos países.
Las cooperativas también están cada vez desafiadas a adecuarse a los nuevos estándares de calidad, demandados por una sociedad cada vez más atenta a la forma, a cómo se producen los bienes y servicios.
Es en este escenario desafiante, que nos parece fundamental subrayar el rol que pueden tener las cooperativas en la construcción de un futuro con una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medioambiente y, en definitiva, una vida mejor para todos y todas, sin dejar a nadie atrás.
Oficial de Políticas en Desarrollo Territorial de FAO para América Latina y el Caribe.