El camino de la autoaceptación no suele ser fácil, y tampoco lo es el de la construcción de la autoestima. Un querido profesor de Introducción a la Psicología decía que cada uno de nosotros vive dentro de “nuestra propia casita o mundo”, y a partir del bienestar o malestar que logramos con nosotros mismos nos vinculamos con “el afuera”, o sea con el ambiente y con las demás personas. Según las diferentes escuelas y teorías psicológicas, construímos la identidad sobre un YO o EGO que de la mejor manera posible, intenta hacerse cargo de nuestros deseos e impulsos que emergen con la fuerza de las hormonas, de los instintos heredados y también moldeados por las ideas y pensamientos. Por supuesto, el YO también debe lidiar con los mandatos culturales, las exigencias sociales y otros límites afectivos, normativos y legales que nos permiten vivir con mayor o menor integración en la comunidad.
Fue Sigmund Freud quien valiéndose de la mitología griega, explicó en su teoría Psicoanalítica el “amor a sí mismo” y la dinámica de esa libido, a partir de la historia de Narciso quien se enamoró de su propia imagen al verla reflejada en el agua, y donde se arrojó si poder despegarse de “su cara”, y fue castigado por los Dioses luego de haber rechazado a sus pretendientes. Y ese es el desafío, el de querernos, querer y ser queridos, sufriendo lo menos posible y tratando de mantener un equilibrio muchas veces escurridizo.
Me permito entonces, reproducir la letra de una canción que con simpleza se atreve a describir nuestra existencia, como un grito de libertad y de reafirmación de la personalidad. Fue el autor norteamericano Jerry Herman quien escribió “Soy lo que soy”:
Yo soy lo que soy/ mi propia creación/ y mi destino/
Quiero que me des/ tu aprobación o tu olvido.
Este es mi mundo/ porque no sentir orgullo de eso/
Es mi mundo/ y no hay razón para ocultarlo/
De qué sirve vivir/ sino puedes decir/ yo soy lo que soy.
Soy lo que soy/ no quiero piedad/ no busco aplausos/
Toco mi propio tambor/ dicen que está mal/ yo creo que es hermoso.
Por qué tengo que amar/ según los otros dicen/
Trata de entender/ las cosas de mi mundo/
La vergüenza real/ es no poder gritar/ yo soy lo que soy.
Soy lo que soy/ no tengo que dar excusas por eso/
A nadie hago mal/ el sol sale igual/ para mí, para todos.
Tenemos una sola vida sin retorno/
Por qué no vivir/ como de verdad somos/
No quiero fingir/ no quiero mentir yo/
Soy lo que soy/ paren de censurar/
Hoy quiero gritar/ Soy lo que soy.
AUTOESTIMA
Podemos decir que la autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos, es la fe y la confianza que nos tenemos, y que por diferentes motivos puede variar hacia abajo o arriba de un autoconcepto adecuado y saludable. De hecho podríamos definir el vocablo “estima” como la medida o cantidad de afecto que sentimos por nosotros y por los demás. Por supuesto, la estima personal se vincula fuertemente con la felicidad y con la fluidez con la que nos podemos expresar y relacionar con los otros. Pero además, se va formando desde nuestra niñez y según nuestras experiencias que pueden favorecernos o no, a la hora de aprender a decir, hacer, manifestar, participar, buscar, en definitiva a aprender de nuestros errores y animarnos a desarrollar el potencial que nos pertenece. Tengamos en cuenta también, que la autoestima puede ser variable según diferentes ámbitos, ya que podemos sentirnos más tranquilos y confiados con algunos amigos, y ansiosos o “apichonados” con otra gente o en otros contextos (colegio, pareja, etc). Además, la autopercepción puede coincidir poco o mucho con la mirada que otros tienen de nosotros. Recordemos que todos creamos una imagen propia (en la “computadora” de nuestra mente), y a través de la cual nos relacionamos con nosotros mismos. En esta imagen están nuestras costumbres, gustos, ideología, recuerdos, frustraciones, talentos, fantasías, exigencias, etc. De igual modo nos relacionamos con las otras personas o con las distintas situaciones a partir de las imágenes que construímos de ellas. A modo de ejemplo, si creo que no soy capaz de lograr algo, es posible que ni lo intente o me angustie sintiendo vergüenza a exponerme, posiblemente con autorreproches o con miedo a quedar en ridículo. De igual modo, si tengo la imagen o la idea que Fulano es un mal tipo, entonces y aunque sea un prejuicio, mi conducta muy posiblemente será evitativa y defensiva. Además, siempre será importante considerar y tener presentes nuestros logros, y la reafirmación de los valores que nos gustan y fortalecen nuestra identidad. Finalmente, podremos sentirnos más confiados si logramos integrar diferentes aspectos de nuestra personalidad, como si tuviéramos cubiertos disponibles para diferentes comidas: cuchillo y tenedor para un milanesa, y cuchara para la sopa. Puedo enojarme y poner límites y decir que “no”, pero también puedo relajarme y recibir afecto y cariño con gusto y naturalidad.
AUTODEPENDENCIA
Depender significa estar ligados o apoyados en otros. Dependemos en todo, o casi todo, de nuestros padres y seres queridos cuando somos niños. De hecho, y del mundo natural, somos los seres más desvalidos cuando nacemos. Y es justamente nuestro desarrollo, crecimiento y maduración lo que nos va haciendo más independientes y responsables de nuestros actos y elecciones. Por eso es tan importante saber que “podemos contar con nosotros mismos” más allá de los seres queridos que nos rodean ocasionalmente, transitoriamente o para siempre. Por supuesto los humanos somos seres sociales y entonces no existe la autosuficiencia absoluta. Ahora bien, deberemos ser cuidadosos en convertirnos en “trompos” que sólo giran si otros lo hacen mover. La misma cultura nos impone “malas costumbres” de esperar permisos para ser y hacer lo que queremos, o de animarnos solamente si otros nos empujan u obligan. Ocurre que las manipulaciones conscientes o no tanto, muchas veces nos ponen expectantes de elogios externos para sentirnos queridos. Y si bien suelen ser nutritivos, el depender excesivamente de estas aprobaciones, nos vuelve muy vulnerables a lo que los otros piensan o creen de nosotros.
Otro aspecto a considerar es la tolerancia a las frustraciones y como nos reacomodamos cuando las cosas no salen de acuerdo a lo que esperamos. En la vida suele haber muchas frustraciones y entonces aprender a soportarlas, y buscar nuevas alternativas es una buena señal de madurez, no sólo para no paralizarnos y quedarnos “llorando” porque no conseguimos lo que queríamos, sino para saber que nos puede pasar como a todos, que no tenemos ninguna “coronita” y que vale la pena explorar la búsqueda de soluciones y otros caminos.
AUTOCONOCIMIENTO
“Yo soy Jorge, soy pisciano de la clase 68, me siento orgulloso de ser argentino, soy hincha de Belgrano y me encanta ser papá. No me gusta andar a las corridas y disfruto mucho de mis amigos. Me fastidia ser a veces muy miedoso con cosas que no dependen de mí”
¿Qué me gusta y que no me gusta de mí?. Son dos preguntas simples y muy útiles para ponernos de frente a nosotros mismos y reconocernos, y sin esperar que desde afuera otros nos describan. Si nos conocemos, nos comprenderemos mejor y elegiremos con más sabiduría. También podremos ver con mayor claridad cuando somos más o menos sinceros con nuestras necesidades, deseos y expectativas. Si sabemos quienes somos y nos miramos como si estuviéramos al frente de un gran espejo, tendremos mejores posibilidades de ser menos manipulables, y posiblemente menos manipuladores. No somos ni seremos robots con conductas y rótulos fijos y rígidos. Somos personas con gustos, preferencias y cualidades que pueden variar o no, pero que forman parte de nuestra identidad y de lo que queremos ser. Por eso necesitamos reconocernos sin temor a ser “egoístas”, y también a probar nuevas experiencias con las que podemos descubrir facetas o vocaciones desconocidas. Recuerdo a una talentosa pintora (tímida y retraída), que comenzó su carrera cuando al cumplir los 40 años le regalaron lienzos y pinturas. Siempre es una posibilidad encontrarnos con nuevos estímulos si nos animamos a explorarlos. Es como ir a comer y permitirse probar comidas y sabores más allá de nuestros platos preferidos.
AUTOACEPTACIÓN
Ni Superman ni la Mujer Maravilla existen de verdad. Tampoco un montón de “apariencias” con las que perdemos por goleada cada vez que nos comparamos. Perseguir los ideales fantaseados e imaginarios inalcanzables, se parece a esos galgos que corren detrás de una liebre mecánica que siempre será más rápida. Lamentablemente nuestra cultural tan exitista, hipócrita y materialista muchas veces nos juega en contra porque todos buscamos ser queridos, aceptados, incluídos y valorados por los demás. Sin embargo y muy a menudo, no nos damos cuenta que los primeros en rechazarnos o juzgarnos cruelmente somos nosotros mismos. Nos ocurre con nuestra condición social y económica, con nuestras características físicas e incluso con nuestra propia forma de pensar y ver el mundo. La “epidemia de las apariencias” suele golpear con dureza sobre todo a los adolescentes que viven una etapa evolutiva difícil y en la que identidad está en plena formación. ¿Cuántas veces nos portamos como los otros quieren solo para complacerlos y ser queridos?, ¿Cuántas veces nos miramos al espejo y nos criticamos impiadosamente, en vez de valorar y disfrutar de nuestros cuerpos y sus formas?, ¿Cuántas veces nos reprimimos o inhibimos por temor a ser castigados o estigmatizados?, ¿Cuántas veces buscamos llamar la atención para que todo gire a nuestro alrededor y así calmar nuestras inseguridades?. Vale la pena entonces, atrevernos a ser lo que podemos y deseamos, más allá del juicio propio y ajeno, y de no frenarnos por “el que dirán”. ¿Acaso alguien nace sabiendo o con la “fórmula del éxito”?. Como sea, la vida es una hermosísima aventura con toda clase de caminos. Vivimos etapas maravillosas como si viajaramos sobre autopistas, y otras duras y complicadas como si fueramos por un terraplén o por un sendero roto y repleto de pozos. El desafío entonces es animarnos a ser felices, y asumir la responsabilidad de nuestros destinos, aceptando los límites y sabiendo que no seremos nunca “ideales sino reales”, y que tendremos aciertos y también desaciertos, y que posiblemente a veces nos desorientemos y nos desanimemos. No desesperemos entonces, y sepamos que siempre será un buen momento para retomar nuestra marcha. Al fin y al cabo, “Este es mi mundo, porque no sentir orgullo de eso. Es mi mundo y no hay razón para ocultarlo…Yo soy, lo que soy”