Córdoba ha sido, siempre, una provincia diferente. Muchos gobiernos provinciales se enfrentaron a los nacionales, sin importar el origen partidario. Eduardo Angeloz a Raúl Alfonsín, a inicios de la recuperación democrática. Más recientemente, Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota a Cristina Fernández de Kirchner.
En la segunda vuelta de las elecciones presidencias del año 2015, la Provincia de Córdoba inclinó la balanza a favor de Mauricio Macri, candidato de Cambiemos, en detrimento de Daniel Scioli, postulado por el Frente para la Victoria (FPV) y el Partido Justicialista (PJ). El voto cordobés fue definitorio para terminar con 12 años de kirchnerismo e inaugurar este nuevo período.
En las elecciones legislativas del año 2017, Cambiemos volvió a ganar a lo largo y a lo ancho del territorio cordobés. La lista encabezada por el macrista Héctor Baldassi se impuso claramente a la boleta de Unión por Córdoba que llevaba como primer candidato al vicegobernador de la provincia, Martín Llaryora.
Dos triunfos consecutivos de esas características hacían prever un fortalecimiento de la alianza Cambiemos. Sin embargo, paradójicamente, lejos de fortalecerse, desapareció a causa de una fenomenal interna entre dos dirigentes radicales. Una disputa que el presidente Macri no puedo, no supo o no quiso parar a tiempo.
El diputado nacional Mario Negri, por una parte, y el intendente de la ciudad de Córdoba, Ramón Mestre, por la otra, tensaron la cuerda hasta cortarla, en contra de cualquier atisbo de racionalidad política. No es fácil explicar cómo, pero la sangre llegó al río.
El desempeño de Mario Negri como presidente del interbloque de Cambiemos en la Cámara de Diputados le daba, sin dudas, créditos más que suficientes para esa candidatura. A su vez, tras dos mandatos como intendente de la principal ciudad del interior del país, Ramón Mestre también acreditaba los suyos.
La paradoja no es que ambos querían llegar a la gobernación provincial. Eso es lógico en cualquier fuerza política. La paradoja deviene de la manifiesta incapacidad de dirimir sus diferencias por algún mecanismo democrático, sea la negociación o sea la interna.
El 12 de mayo, ambos competirán pero ninguno lo hará por Cambiemos. El jefe capitalino será el candidato radical, remozando la histórica Lista 3. El diputado Negri deberá hacerlo en contra de su partido y, quizás, sufrir la expulsión que él mismo –como presidente de la UCR- impuso a otros correligionarios que fueron candidatos por otros partidos en tiempos de los “radicales K”.
Oposición dividida y oficialismo recargado
En la misma semana que explotó Cambiemos, el Partido Justicialista lanzó un nuevo frente electoral. A tres años de haber ganado una elección presidencial, Cambiemos desapareció y tras dos décadas en el poder provincial, Unión por Córdoba se amplió y trasformó en “Hacemos por Córdoba”. Estas son las paradojas cordobesas.
El relanzamiento del frente dominado por el justicialismo cordobés, no se limita a un cambio de nombre o de estética. “Hacemos por Córdoba” supone la incorporación de nuevos socios políticos y, por consiguiente, una notoria redefinición de su perfil ideológico.
Históricamente, en el marco de Unión por Córdoba, el socio privilegiado del Partido Justicialista fue la Unión de Centro Democrático (la Ucedé). El viejo partido conservador, liderado por Álvaro Alsogaray y fortalecido por el presidente Carlos Menem durante los 90, fue clave para el justicialismo cordobés.
Basta recordar que, en 1999, José Manuel de la Sota llegó a la gobernación provincial junto con Germán Kammerath, uno de los más destacados exponentes de aquella versión neoliberal y populista del justicialismo que fue el menemismo. Kammerath fue vicegobernador y, luego, intendente de la capital, gracias a aquel frente.
Pasados 20 años, los herederos de la Ucedé son macristas, mientras que los nuevos socios del justicialismo provienen del progresismo. El ejemplo más claro es la incorporación del socialismo, con el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, a la cabeza.
No menos importante es la sumatoria del partido de Margarita Stolbizer, uno de los varios desprendimientos del progresismo radical, con Miguel Ortiz Pellegrini como cara visible: el mismo dirigente que presidió el bloque de la oposición durante el primer mandato del gobernador Schiaretti y que, en nombre de Luis Juez, enarboló la bandera del fraude electoral para deslegitimarlo.
El justicialismo y, particularmente, su actual conductor, el gobernador Schiaretti, han demostrado una apertura que contrasta con la cerrazón de los dirigentes que formaban Cambiemos en Córdoba. Guiados por una estrategia más amplia de la que son parte, los fundadores de “Hacemos por Córdoba” están mostrando un adelanto de lo que podría ser “Alternativa Federal” a nivel nacional.
Nada está decidido. Falta mucho para las elecciones provinciales. Nadie gana ni pierde hasta que concluye el escrutinio definitivo. Sin embargo, la desaparición de Cambiemos y la aparición de “Hacemos por Córdoba” muestran que, en medio de la grieta política entre macristas y kirchneristas, Córdoba seguirá siendo diferente.