Por Héctor Cuevas
En 2018 circuló un audio por las redes sociales, en él se escucha: “Che, necesitaba hablar con vos en privado, Jorgito, por algo importante. Bah, si todavía seguís con la idea de terminar con este personaje que… con el… con el Dieguito, ¿viste? Porque ya terminamos con todo el laburo. Falta el papel ése tuyo… Que le podés decir hasta a Juárez que lo saque, Juárez mismo lo saca si querés”. El audio, atribuido a Gustavo Arce, el propietario de la firma Agustino Cueros, se viralizó el año pasado en medio del escándalo que terminó con la carrera, dentro del organigrama provincial de Seguridad, del entonces secretario del área, Diego Hak.
Hacía días que se había difundido una cámara oculta del padre de Hak en conversaciones con el dueño del boliche Rapoza, Roberto Moyano, charla en la que se hablaba de coimas y favores propios del submundo de la noche cordobesa. Y faltaban sólo algunas horas para que el abogado Marcelo Touriño presentara una bomba judicial: denunció que le acababa de llegar a sus manos un informe de la Jefatura en el que se alertaba sobre el “extravío” de 1.500 armas oficiales.
La maraña de denuncias, acusaciones y contradenuncias nunca terminó por ser despejada por el fiscal, Marcelo Fenoll. Lo único concreto que tuvo el escándalo fue la renuncia forzada de Hak, que pasó al exilio político del que lo rescató la esposa del gobernador Juan Schiaretti, la diputada nacional Alejandra Vigo, que logró ubicarlo en un lugar poco expectable de la lista de legisladores. El abrumador triunfo oficialista de mayo pasado terminó por ungir a Hak como parlamentario, algo que en el propio Gobierno pocos imaginaban (y, aseguran varias fuentes, tampoco querían).
Ver también: El empresario Gustavo Arce está acusado de dos delitos graves
Hoy, el futuro político de Hak se debate entre esa banca y la aspiración a que el intendente electo, Martín Llaryora, le dé un cargo de mayor exposición dentro de la función municipal. Pero, hacia atrás, Hak siempre sostuvo que Arce formaba parte de un extraño engranaje que apuntaba al mismo Touriño, al ex comisario Jorge “La Rosa” Gómez, y a un empresario farmacéutico, entre otros. Una suerte de logia cuyo fin nunca fue del todo claro, aunque Hak más de una vez habló de “extorsión”. ¿Qué hacía un empresario textil como Arce en medio de toda esta historia? Su detención, por presunto lavado de dinero, poco sorprende a quienes lo conocen de cerca. Condenado por estafa en Mendoza años atrás, Arce regresó a su Quilino natal, donde se refugió y tejió su primer contacto político con la familia de la diputada nacional radical Soledad Carrizo, aliada del intendente Ramón Mestre.
Los “canjes” con el Panal y la Policía eran su protección
Pero mejores alianzas tuvo con el gobierno de Unión por Córdoba. Arce trazó una excelente relación con el fallecido ex gobernador José Manuel de la Sota (terminó por abrir su propia casa de ropa de cuero), y mientras comenzaba a vestir a reconocidos periodistas y figuras del espectáculo local y nacional, terminó por “empilchar” al propio gobernador Schiaretti. Dos carteles con el logo de su firma, ubicados a un costado de la cancha del estadio Mario Alberto Kempes, fueron la perdición para Oscar “el Cocayo” Dertycia, cuya gestión en la Agencia Córdoba Deportes quedó envuelta en toda clase de suspicacias. Fue el caso más reconocido.
Pero dentro del Panal, y de la propia Policía (donde Arce tenía una estrecha relación con el ex jefe policial Julio César Suárez, hoy condenado por amenazas), son contados quienes no fueron a los locales de Agustino Cueros a buscar algún saco o campera. Pese a que el nombre de Arce ya había sido salpicado de manera clara hace tres años, con una denuncia similar a la que ayer lo mandó a la cárcel, en este tiempo más periodistas, gerentes de medios y otras personalidades públicas se tentaron ante la posibilidad de un “canje”. Quizás Gustavo Arce suponía que esa era su mayor protección pública. Hasta ahora (Ver más información en página 15).